Kindle es el nombre de un nuevo servicio que Jeff Bezos, fundador de Amazon, acaba de anunciar. Como los últimos días he estado unplugged, me he topado con esta noticia a través de dos blogs que consulto con frecuencia (1 y 2), para finalmente caer en la nota publicada por Steven Levy en Newsweek.
Confieso -es la segunda confesión del día- que la lectura de la nota de Levy, más otros comentarios y reportajes que ya empiezan a abundar en la red sobre Kindle, me generan sentimientos encontrados, en especial cuando algunas voces enarbolan nuevamente la muerte del libro como soporte.
Mi desazón tiene como punto de partida, por un lado, mi cultura y formación libresca (uno de los últimos bastiones de mi condición de nativo no digital) y, por otro lado, mi profundo respeto por el rol jugado por el libro como vehículo de transmisión de cultura (sí, ya sé, el libro también ha transmitido barbarie). Pero estos argumentos (profundamente subjetivos) chocan con una serie de reflexiones:
1. Bezos ya demostró que cuando de libros se trata, algo conoce del negocio. Por lo tanto, que esté iniciando su exploración del soporte de la lectura ahora no debe ser arbitrario (de hecho incorpora las últimas innovaciones tecnológicas, que permiten superar las limitaciones de los primeros dispositivos).
2. En el artículo de Levy hay dos ideas sobre la lectura digital que me dejaron pensando. Primera idea. Bill Hill, el experto de Microsoft sobre e-reading señala que el navegador Explorer dejó de ser un navegador, y se ha convertido en un dispositivo lector. Traduciendo la cita indica que "la gente pasa un 20% del tiempo navegando en busca de información y un 80% leyendo la información encontrada. La transición ya ha ocurrido. Y no nos hemos dado cuenta" (esto aplica para cualquier navegador).
3. Segunda idea sacada del artículo de Levy. James Patterson, un novelista best-seller norteamericano, apunta que el romance con los libros de papel es de las generaciones mayores de 20 años. "Los que tienen 20 años o menos lo hacen todo en pantalla" (entonces la pregunta es: ¿queremos que lean más o que lean más libros?)
4. Cuando Kindle salga al mercado, el catálogo original disponible será de más de 88.000 títulos, y las principales editoriales de Estados Unidos estarán incorporadas. Es decir, pudiéramos estar ad portas de una verdadera revolución del negocio editorial.
5. Kindle no es un dispositivo, es un servicio. Estará conectado a Internet y el formato permite "suscribirse a libros" que los autores pueden editar y enriquecer en forma permanente. De hecho, plantea para los autores un nuevo escenario: de autoridad absoluta sobre el texto impreso a un "superusuario" que lidera una comunidad de lectores en torno a lo que escribe. La escritura y la lectura se transforman en actos colectivos, rescatando prácticas de la oralidad.
He evitado hacer juicios de valor en esta entrada (aunque la lectura de Cassany me sugiera que se deben haber colado por los cuatro costados). Mis sentimientos encontrados seguirán encontrados hasta nuevo aviso.
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