A raíz de una reflexión que publicó ayer Luis Ramírez en su blog, comparto en esta entrada una idea que me ha estado rondando desde que leí el último libro de David Weinberger. Inauguro, de paso, una muy particular etiqueta de mi nube de cadaunadas: labatidora, suerte de laboratorio en el que me permitiré explicitar extraños cruces de ideas que ocurren en mi cabeza. Estoy seguro que en la mayor parte de los casos los resultados serán esperpénticos, pero -en última instancia- este es mi blog y hasta mis esperpentos tienen derecho a expresarse (una muy particular manifestación de mis cadaunadas).
La idea: el lenguaje característico que algunos segmentos de la juventud chilena utilizan profusamente en chats, fotologs o SMS, es una expresión de lo que Weinberger denomina “el poder del desorden digital”.
Un ejemplo del tipo de lenguaje es el que recoge Luis del informe del PNUD sobre tecnología en Chile:
S bcn sto d star conctado. Pa mi q la gent no cxa q s de lujo. yo = stoy poco rato en sto xq ay lokos q c friqan y puedn star oras. Yo xteo toos los días x lo - 10 mntos. S bcn xq asi c si tengo krrte o si ai q acer algo pal cole.
Recordemos, por otro lado, que Weinberger define como “el poder del desorden digital”, a las infinitas posibilidades que entrega el mundo digital para reorganizar toda la información y el conocimiento de la humanidad. Es el tercer nivel de orden, que supera a los dos niveles anteriores, atados a las limitaciones del mundo físico. Y en este nivel, todos tenemos la posibilidad de ordenar a nuestro gusto y sentido el saber de la humanidad. Es la revolución de los tags, las etiquetas, la Wikipedia, el catálogo infinito de libros a nuestra disposición, etc. Traduciendo una frase de Weinberger, este nuevo “desorden digital”
Está cambiando cómo pensamos que el mundo está organizado y –quizá aún más importante- quien creemos nosotros que tiene la autoridad para decírnoslo.
Un análisis más detallado de lo planteado por Weinberger lo hice en esta entrada de mi blog (disculpas por la autoreferencia).
Entonces… si consideramos a las letras del alfabeto como las unidades básicas del lenguaje, y por extensión los bloques iniciales que permiten construir palabras, y sobre éstas conceptos e ideas, el uso desordenado que los jóvenes realizan de la lengua al enviar un mensaje por celular, participar en un chat o expresarse en un fotolog, pudiera ser una manera de potenciar las posibilidades de expresión que estas herramientas entregan a sus usuarios para comunicarse con sus pares.
Todas las generaciones tienen sus jergas o argots propios, que parecieran expresarse con mayor potencia en la adolescencia de sus integrantes. Conforme envejecemos, tendemos a entrar en el canal del habla estandarizada y homogeneizante que promueven la formación universitaria, la vida laboral u otro tipo de manifestaciones del mundo adulto. Las jergas tienden a difuminarse, quedando como exóticos souvenirs de nuestras primeras décadas algunas palabras o términos.
Lo que está ocurriendo en la actualidad es que la jerga de la juventud tiene elementos novedosos, si se compara con las de generaciones anteriores:
1. Es la jerga de una de las primeras generaciones que nacieron en un mundo digital. Celulares e Internet son para sus “hablantes” elementos comunes desde que tienen uso de razón, y por lo tanto lo que hacen es adaptar el idioma a herramientas de comunicación que les son naturales. La aparente de-construcción del lenguaje no es un ejercicio premeditado para desarmar el idioma: es un castellano adaptado a soportes de comunicación masiva totalmente novedosos en su alcance y accesibilidad para el común de los mortales.
2. Por lo anterior, esta jerga busca potenciar las posibilidades de comunicación de sus soportes tecnológicos: se quitan letras a las palabras, éstas se reemplazan por símbolos o se deforman la ortografía y sintáxis. Todo a objeto de hacer más rápida la comunicación (mandar el mensaje SMS), poder participar en conversaciones simultáneas en el chat (compartiendo ideas de manera abreviada y con poca elaboración ortográfica y gramatical), o poder transmitir una “sonoridad” distinta a los sentimientos y emociones a través de la palabra escrita (“snif” en vez de “qué pena o llanto me genera esta situación”).
3. Además, es una jerga esencialmente escrita, que está atada a su soporte. La economía de letras aplicada a la palabra escrita no es posible realizarla oralmente. Quizá sea ésta una de las diferencias más radicales con ejemplos de generaciones anteriores, donde este tipo de expresiones eran esencialmente orales (y que salvo en contadas oportunidades, no dejaban registro escrito).
De manera lógica, esta jerga van contra las normas, estándares y esfuerzo de homogeneización que la RAE y sus pares de este lado del Atlántico han promovido desde el siglo XVIII bajo la leyenda “Limpia, fija y da esplendor”. En esto, el lenguaje escrito de estos nativos digitales representa para la RAE lo mismo que las etiquetas o tags para el sistema de clasificación de Dewey, o la Wikipedia para el orden definido por la Britannica.
Finalmente, todo lenguaje logra pervivir en el tiempo si representa una efectiva mejora como herramienta de comunicación respecto a las experiencias anteriores, o porque logra una más eficiente constitución como vehículo de la identidad de un colectivo de personas, o porque tiene una mayor facilidad de ser incorporado por un número mayor y creciente de “hablantes”. En oportunidades, su adopción como lenguaje del poder en una sociedad, contribuye a la aceleración de este proceso.
Sin duda, este lenguaje es aún de muy reciente cuño como para saber cómo pervivirá en el tiempo (si es que lo logra), pero como en la práctica totalidad de los fenómenos asociados al nuevo mundo que se está construyendo ante nuestros ojos, pareciera que la actitud más prudente fuera no subestimar su poder de transformación. Ya ha demostrado -aparentemente- que entre aquellos grupos de jóvenes que lo utilizan, ha permitido mayores niveles comunicación.
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