24 de abril de 2012

Dos hechos curiosos sobre la lectura en Chile


Un nuevo 23 de abril, Día Internacional del Libro, y como parte del rito autoridades, especialistas, medios de comunicación e interesados en la situación de la lectura, hacen sus análisis y comparten sus ideas para cambiar una situación que –unos más, unos menos- califican como lejana al ideal.

Es en ese contexto en el que dos hechos resultan curiosos en Chile.

Primer hecho curioso. Desde que asumió el actual gobierno, “el mundo de la cultura” ha participado del debate sobre la institucionalidad que tenemos como país, apuntando principalmente a si el actual Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA) es el medio adecuado para dar prioridad a las políticas públicas en el área, o si, por el contrario, debemos contar con un Ministerio de Cultura. Casi todos los actores de ese “mundo” tienen postura en este tema. El CNCA no cumple aún su primera década pero ya parece necesario cambiarlo.

Sin embargo, cuando uno se aproxima a esta discusión desde el terreno de la defensa del derecho al acceso equitativo a la lectura (algo más complejo que el mero fomento del libro y la lectura), llama la atención la escasa preocupación por la institucionalidad (o ausencia de ésta) que debe asegurar a cada chileno y chilena ese derecho. Incluso, más de alguien al revisar estas líneas dude de la existencia de tal derecho.

Dos ejemplos. La actual “Ley del Libro” data de 1993 y en su esencia crea el Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura y el Consejo que la administra. 1993, cuando Internet no existía en Chile y la diversidad de soportes y formatos de lectura hoy disponibles eran solo ciencia ficción. Sin embargo, hasta donde se conoce, no existe ni del gobierno ni de los sectores interesados (gremios editoriales, libreros, autores, bibliotecarios, etc.) iniciativa para cambiar en el corto plazo ese marco legal. El otro ejemplo es la inexistencia de un marco legal para el funcionamiento de las bibliotecas públicas a lo largo del país, pese a constituir la red de acceso público, gratuito y equitativo a la lectura más importante del país. Hoy dependen enteramente de la voluntad y criterio de los municipios, y los aportes que el gobierno realiza a través de la Dibam y el Consejo del Libro y la Lectura. Nada, absolutamente nada, impide que una biblioteca pública municipal pueda cerrarse si así lo define la municipalidad.

No soy de los que cree que las leyes arreglen mágicamente los problemas, pero sí que sin marcos legales adecuados algunos cambios culturales no ocurrirán.

Segundo hecho curioso. Los gobiernos locales administran hoy en Chile los dos principales medios para desarrollar políticas de largo aliento en el ámbito de la lectura: las escuelas municipales y las bibliotecas públicas. Y sin embargo, la lectura (o la responsabilidad que en mejorar sus índices tienen los gobiernos locales) no está presente en el incipiente debate electoral municipal (y en rigor, tampoco lo estuvo en elecciones pasadas).

Todos los actores coinciden que para alcanzar el desarrollo, Chile también debe aumentar sus índices en este ámbito. Apuntamos a los modelos escandinavos y nos maravillamos cómo se incentiva desde tempranas edades la lectura. Pero llega el momento de marcar nuestra preferencia en una papeleta electoral y pareciera que las prioridades fueran otras, porque los programas de los candidatos no mencionan el desarrollo de la lectura en sus comunas, no tienen propuestas. Nada extraño: el crónico desfinanciamiento de los municipios chilenos los obliga a priorizar las necesidades, y ante temas de mayor impacto en los medios (y por tanto en la retina del elector) como la seguridad ciudadana o el tratamiento de la basura, la lectura es relegada, muchas veces sin comprender que una sociedad que lee puede ser el camino hacia una sociedad con menores índices de delincuencia o con una actitud distinta ante los desechos que genera.

Concluyo. Mucho me temo que en un año más nos encontremos en la misma situación, hablando de las mismas cifras, compartiendo los mismos diagnósticos. Porque en esto también opera aquel adagio que dice que si sigues haciendo lo mismo de siempre, no esperes obtener resultados distintos. Si eso ocurriera, sería el tercer hecho curioso sobre la lectura en Chile.


* Entrada publicada originalmente en elquintopoder.cl

23 de abril de 2012

Bibliotecas públicas y lectura: la propuesta de Javier Insulza para Providencia

Ayer en la noche, apenas publiqué la entrada anterior sobre bibliotecas públicas y lectura en el marco de las primarias municipales de Providencia, se la envié por correo a Josefa Errázuriz, Javier Insulza y Cristóbal Bellolio. A los pocos minutos, Javier me remitió la columna que encontrarán más abajo, indicándome que se encontraba a punto de terminarla cuando recibió mi correo. Por otro lado, poco después Cristóbal me respondió, indicando que por descoordinaciones internas en su equipo de campaña no había alcanzado a enviarme sus propuestas, pero que el fomento de la lectura se encuentra entre las 10 prioridades del área de cultura, algo que será expresado en un documento que espera poder compartir pronto.

Agradezco a Javier y Cristóbal su gentileza en responder.

Sin más, comparto integralmente el texto que me hizo llegar Javier:

"Bibliotecas públicas de Providencia. Los nuevos desafíos.


El querer realizar un cambio en la gestión edilicia no quiere decir que todo se esté realizando mal, sino que las cosas pueden ser diferentes y, por cierto, mejores.


En ese contexto debemos señalar que el actual sistema de bibliotecas de la comuna de Providencia es bueno, ágil e inclusivo, sin embargo, carece de mayor y mejor información para los residentes, quienes tienen gran interés por la lectura y el conocimiento (según datos de Bibliometro).


Esto implica que la falta de información a los residentes respecto de la existencia de este buen sistema, que es de enorme utilidad para mejorar el nivel cultural de los chilenos, particularmente el de los ciudadanos de Providencia, resulta inconcebible.


De no ser por mi calidad de vecino de la comuna y de mi interés por realizar un aporte concreto a esta comuna, quizás no me hubiese enterado del valor, importancia y desarrollo que tienen las actuales bibliotecas municipales.


Así, desde dicha evaluación podemos comenzar a pensar algunas mejoras que pretendemos desarrollar en una futura gestión edilicia para Providencia y sus Bibliotecas.


Nuestra propuesta de desarrollo comunal en el área de cultura va de la mano de las bibliotecas municipales existentes y, por qué no, de ser necesario de la instalación de nuevos espacios que ayuden a cubrir lugares de la comuna que no tengan centros culturales cercanos.


La intención que tenemos es que todas las inscripciones de carácter cultural no deban realizarse "en la misma municipalidad", sino que estos puedan realizarse en línea, o bien en la biblioteca municipal más cercana al domicilio de los interesados. Lo que buscamos es que la biblioteca municipal sea el primer nexo entre el vecino o vecina y la cultura y que, de una u otra forma este nexo se transforme en una de las necesidades primarias, de tal modo de que la cercanía entre el residente comunal y su biblioteca pase a ser casi obligatorio.


De la mano de la tecnología se inscriben las principales propuestas concretas para las bibliotecas de Providencia que queremos llevar adelante. La primera es la posibilidad de realizar pedidos de libros directamente por Internet, a través del sistema ya existente y en el que se permite incluso la renovación online.


Una segunda propuesta que busca ser innovadora es la posibilidad de tener una sede para lectura electrónica, tal como lo tiene actualmente la Biblioteca del Congreso Nacional, lo que implica tener libros en formatos digitales que permitan a los vecinos, especialmente adultos mayores, poder seguir fomentando su interés por la lectura sin la necesidad de salir de su domicilio o sólo acercándose a las bibliotecas municipales.


Por último proponemos fomentar la lectura de nuestros vecinos y vecinas ciegos o con dificultades de visión ¿cómo? A través de la grabación de libros, idealmente por parte de otros habitantes que de forma voluntaria  se interesen por quienes sufren estas situaciones. Así no sólo les llevaríamos conocimiento sino también alegría.


Todas estas propuestas apuntan a mejorar la cercanía de las buenas bibliotecas municipales de Providencia con todos los vecinos de la comuna.


Javier Insulza"

Actualización 23 de abril, 10:45 am: Al igual de Cristóbal, Josefa se excusó por no hacerme llegar sus propuestas por razones internas de su equipo de campaña, pero indicó compartía las ideas que planteé en mi entrada de ayer. Agradezco también su respuesta.

22 de abril de 2012

Primarias en Providencia, bibliotecas públicas y lectura


Los chilenos leemos poco y tenemos, además, un bajo promedio de comprensión de lectura de lo que leemos. Esa es la imagen que en los últimos años se ha instalado y aunque para su comprobación la afirmación requiere ser problematizada, como idea ha logrado penetrar en el debate con fuerza. Es parte de esos lugares comunes que rondan sobre el tema, junto a otros como que el problema del libro en Chile es el IVA o que no existen alternativas de acceso gratuito a la lectura.

Un análisis detallado de esas afirmaciones quizá concluya que algo de razón tienen, pero posiblemente la principal conclusión a la cual llegue ese análisis es la falta de prioridad política que el desarrollo de la lectura tiene en Chile. Hace pocos días, Marco Coloma se preguntaba cuánto le importa al presidente Piñera su Plan de Lectura. Me atrevo a extender la pregunta a toda la clase política en general.

Estamos en año electoral. En octubre, elegiremos a nuestras autoridades municipales. En la comuna de Providencia, en la cual vivo y voto, tres candidatos (Josefa Errázuriz, Javier Insulza y Cristóbal Bellolio) competirán en una primaria para que los electores que no nos sentimos representados por el actual alcalde Cristián Labbé podamos seleccionar a quien aparecerá en la papeleta en octubre (junto a Labbé y otras eventuales candidaturas).

¿Qué relación tienen el fomento de la lectura en Chile y las elecciones municipales? Una muy directa y clara. De los municipios dependen las dos herramientas principales con que contamos para impactar en el largo plazo en qué y cuánto leen los chilenos. 

Por un lado, las escuelas públicas municipales, a las que concurren los alumnos de nuestro país que menos leen porque (¡oh, que sorpresa!) el inequitativo acceso a la lectura en Chile es otra expresión de nuestra desigualdad socioeconómica. Es en la educación preescolar y los primeros años de la educación básica, junto con el insustituible rol de las familias, donde la lectura juega su batalla fundamental: un niño o niña que no desarrolla el gusto por la lectura a esa edad, suele convertirse en un adolescente o adulto que no lee.

Por otro lado, las bibliotecas públicas, salvo unas pocas excepciones, dependen de los municipios o las corporaciones municipales. Es decir, en la gestión municipal se articula la mayor red de acceso público, gratuito y equitativo a la lectura en el país, una red que tiene presencia en todas las comunas de Chile.

En el caso específico de Providencia, además, nos encontramos ante quizá la mejor red comunal de acceso a la lectura en el país. El alcalde Labbé ha potenciado las bibliotecas públicas municipales y creado espacios relacionados como los café literarios. Quien gane las elecciones de octubre, se encontrará con una red potente que permite proyectar el rol de las bibliotecas como colaboradoras activas en el diseño del futuro de la comuna.

Por lo anterior, a mediados de marzo invité a los candidatos de las primarias en Providencia a compartir aquí en Cadaunadas sus propuestas sobre las bibliotecas públicas. El desafío era concreto. Que respondieran en no más de una carilla tres preguntas: 1) ¿Cuál es tu evaluación de la situación actual de las bibliotecas públicas de la comuna?; 2) ¿Cómo se articulan las bibliotecas públicas en tu propuesta de desarrollo?; y 3) ¿Qué medidas concretas propones para desarrollar el sistema de bibliotecas públicas?

Los tres aceptaron y comprometieron enviar sus respuestas un mes después, fecha que se cumplió el 18 de abril pasado. Sin embargo, las respuestas no llegaron, ni tampoco respondieron a un nuevo correo que les envié el 19 de abril para recordarles el compromiso e indicarles que me parecía ideal difundir sus respuestas el 23 de abril, Día Internacional del Libro e inmejorable contexto para conocer sus propuestas sobre las bibliotecas públicas.

Confieso que la respuesta inicial me sorprendió. No esperaba aceptaran el desafío y menos los tres. Sin embargo, al final todo quedó en nada. Las primarias serán en mayo y aún hay tiempo para que expliciten sus propuestas. Y si no lo hacen en este período, quien resulte ganador tendrá tiempo adicional para incorporar a las bibliotecas públicas y la lectura en su programa de campaña.

Pero el punto creo es otro. Espero estar equivocado, pero ninguno de los tres tiene el fomento de la lectura en Providencia entre sus prioridades. O no creen que sea un elemento decidor para que los potenciales electores decidan por uno u otro al marcar su preferencia en la primaria de mayo. No encuentro otras razones para que no hayan compartido sus posturas.

Podrán ustedes argumentar que el problema de nuestros índices de lectura escapa, con mucho, a la gestión de los municipios. Que requiere políticas nacionales impulsadas por el gobierno central. Y yo les encontraré la razón. Pero como he señalado antes, los municipios tienen un rol que jugar, el que a mi juicio debe y puede ser fortalecido.

Las demandas estudiantiles del año pasado, dejaron sobre la mesa la idea de revertir la municipalización de la educación. Algo similar ocurre con la atención primaria de salud. Es curioso, pero en un país en el que todos reclamamos por su excesivo centralismo, seguimos creyendo que la solución de los problemas estructurales pasa por aumentar el poder de las autoridades nacionales, quitándoles capacidad de gestión a las autoridades locales. No comparto esa mirada. Debemos fortalecer a los municipios, porque son las estructuras de gobierno que tienen mayor cercanía con las personas. Abrámoslos más a la ciudadanía, aumentemos sus presupuestos, desarrollemos las capacidades en sus equipos humanos, entreguémosles más autonomía y poder de decisión.

Municipios fuertes son claves para políticas públicas más eficientes que apunten a una mejor calidad de vida en todas las comunas de Chile. Convertir a éstas en territorios de la lectura, entendiendo que leer es parte sustancial del desarrollo humano en una sociedad, implica que quienes dirigen los municipios o aspiran a hacerlo, hagan de la lectura un pilar de sus propuestas de campaña. Si no lo hacen, su preocupación será apenas una extensión de ese lugar común que alimenta el lamento por un país que no lee.

8 de abril de 2012

¿Quién vive cercado en La Araucanía?


La lamentable muerte del sargento de Carabineros Hugo Albornoz en Ercilla, que como bien señala Pedro Cayuqueo debe ser investigada “debida e imparcialmente”, ha permitido que nuevamente los medios de comunicación aticen el mal llamado “conflicto mapuche”, colaborando en la construcción de una (¿deliberadamente?) errada imagen en la opinión pública.

Un botón de muestra es El Mercurio de hoy domingo, que en dos notas aborda el tema.

La primera de ellas, publicada en el cuerpo de Economía y Negocios (página B13), analiza el aumento de los recursos públicos destinados a la compra de tierras para las comunidades mapuche y su nulo impacto en el desarrollo de la región. De hecho, el artículo desde sus primeras líneas sienta el tono del análisis:
“En la semana se produjo el primer asesinato de un carabinero dentro del marco del conflicto indígena, y los empresarios de La Araucanía volvieron a lanzar una señal de auxilio para una zona que hasta los años noventa era sinónimo de crecimiento, pero que hoy tienen las mayores tasas de pobreza del país y que ha perdido cientos de miles de hectáreas cultivables a causa del conflicto indígena”.
El párrafo es explícito en señalar la vinculación entre retraso económico y conflicto violento, que no duda en etiquetar como “indígena”, cuando sería más ajustado a la realidad describirlo como un conflicto entre el Estado de Chile y el pueblo mapuche. Al plantear el impacto económico del conflicto, se sugiere que “hoy” sería la región con mayor número proporcional de pobres, en contraste con la situación de la década de 1990. Falso. Tal como señala el propio Plan Araucanía presentado el 2010 por el actual gobierno, “La Araucanía es la región con las mayores tasas de pobreza e indigencia del país, lo que se arrastra desde 1990 sin mayores cambios”. El dato podría ser catalogado como un simple error, si la equivocación no fuera funcional a la tesis del artículo: “el conflicto indígena” ha generado mayor pobreza en la región.

En esa misma lógica, el artículo omite que entre la población mapuche, las tasas de pobreza e indigencia son incluso mayores que en el promedio de la población de La Araucanía, pero destaca cómo tierras que eran productivas al momento de ser adquiridas por el Estado y entregadas a las comunidades, hoy están abandonadas. Llama también la atención que en la construcción del análisis, ninguna fuente del pueblo mapuche haya sido entrevistada. Las citas del texto corresponden al ministro Cristián Larroulet, un asesor de su ministerio, un dirigente empresarial de La Araucanía y el diputado Pepe Auth. En suma, ni una sola opinión de alguien perteneciente a uno de los pueblos a los cuales esta política pública está dirigida.

La segunda nota es un reportaje sobre Juan de Dios Fuentes, ex intendente de la Unidad Popular en la provincia del Ñuble y dueño del fundo donde fue atacado el sargento Albornoz (página D9). Más allá de lo funcional de contar con la historia de una persona ligada a la izquierda y que hoy, dedicado a trabajar sus tierras, “pide mano dura” contra las comunidades mapuche, El Mercurio tanto en su portada principal como en la portada del cuerpo de Reportajes se refiere a él como alguien que “vive cercado por el conflicto mapuche”. Transmite esa afirmación la idea de un territorio traspasado por la violencia, en el que la ley no tiene espacio para su eficiente ejercicio y donde las tierras productivas serían islas en medio de un pueblo, el mapuche, al que hay que educar “en la disciplina del trabajo y del desarrollo” (según palabras textuales del otrora dirigente de la izquierda).

Mutatis mutandi, la imagen del mapuche flojo sigue gozando de buena salud en las páginas mercuriales. Da lo mismo, para efectos de reforzar esta ya conocida mirada sobre el tema, que el Estado de Chile nunca haya comprendido el concepto de propiedad y explotación comunitaria que sobre la tierra tiene el mapuche; o que no se haya entendido el fuerte e histórico componente comerciante de sus identidades como pueblo; o que parte sustantiva de las tierras de las comunidades hayan estado, desde la década de 1970, expuestas al agresivo desarrollo de la industria forestal chilena. Retrucando el titular de El Mercurio, bien podríamos decir que buena parte del pueblo mapuche “vive cercado por la industria maderera”.

Martín Correa y Eduardo Mella, en Las razones del illkun/enojo, premiado por el Consejo Nacional del Libro y la Lectura como el Mejor Ensayo 2011, describen ese “cerco” de manera clara:
“Los efectos de la invasión forestal se hicieron notar de inmediato: los retazos de bosque nativo, incluso en sectores de cuencas y caudales de aguas, afectando notablemente la supervivencia de las comunidades mapuche, ya que la disponibilidad de aguas es casi nula, proceso agudizado por la desecación que produce el pino. Paralelamente, con la introducción del monocultivo se altera la biodiversidad, se extingue la fauna local y la vegetación de recolección, y con ello importantes fuentes de alimentos para las familias mapuche. Más aún, con el uso de pesticidas para combatir las plagas, proceso que se realiza en avión, se van destruyendo los pocos huertos familiares de los mapuche vecinos a los fundos forestales.
En términos sociales y económicos, lo anterior implicó, para las comunidades mapuche, el que no solo no se tenga acceso a las antiguas tierras, sino que las comunidades queden encerradas por verdaderos cordones forestales, que la economía de supervivencia mapuche se vea notablemente empobrecida y que los niveles de migración indígena hacia las ciudades haya crecido en términos alarmantes, ya que las más de las veces éstos terminan engrosando las masas marginales y marginadas de la ciudad”.
Sí, en La Araucanía hay un problema de población cercada. Pero no creo que sea la que tiene acceso a la tribuna de los principales medios de comunicación.