29 de octubre de 2008

Born Digital

El fenónemo de los nativos digitales, concepto acuñado el año 2001 por Marc Prensky, suele generar dos tipos de análisis.

Por un lado, los optimistas. Aquellos que ven en quienes pueden ser clasificados con esa etiqueta como una suerte de ser humano más desarrollado, evolución basada en una simbiosis aún vagamente explicada entre persona y tecnología, que -entre otras cosas- estaría generando incluso mutaciones genéticas en nuestra especie y desarrollando espacios dormidos de nuestro cerebro.

Y, por otro lado, los pesimistas, que proyectan la imagen de unos seres decadentes, con reducidas capacidades intelectuales para hacerse cargo de la herencia del saber y progreso de la humanidad, y en los que una compulsiva adicción por herramientas tecnológicas que jibarizan las capacidades de reflexión y comunicación, los estaría haciendo -en resumen- personas más estúpidas.

Cierto: estas dos descripciones quizá sean grotescas, pero grafican las limitaciones de un debate sobre un fenómeno que, por ser de tan reciente data, nos lleva a hablar desde la ignorancia en muchos casos, proyectando sobre cambios aún en ciernes estereotipos de mundos predigitales.

En este escenario, equilibradas aproximaciones como las que plantean John Palfrey y Urs Gasser en su libro Born Digital. Understanding the First Generation of Digital Natives, contribuyen en forma muy poderosa a centrar el debate y analizar los matices. Recién publicada la primera edición en agosto pasado, a mi juicio es ya una referencia ineludible para entender cómo los nacidos después de 1980 se relacionan con lo digital. Palfrey y Gasser intentan un ejercicio imposible: hacer un disección de un mundo vivo y en permanente cambio. Saben que es un mundo en formación y cuya velocidad de cambio es radicalmente mayor que en el mundo anterior. Y pese a ello logran llegar a buen puerto, quizá no tanto por entregar las respuestas correctas, sino por atisbar cuáles son las preguntas pertinentes.

Born Digital se estructura en doce "temas": identidades; dossiers (esa información sobre cada uno de nosotros que está en formato digital pero que no es necesariamente parte de nuestra identidad); privacidad; seguridad; creadores; piratas; calidad; sobrecarga de información (lo que algunos han definido como infoxicación); agresores; innovadores; aprendices; activistas. En cada capítulo, se aborda cómo se enfrentan a estos temas los nativos digitales, cuál es el rol de padres, profesores, empresas, instituciones públicas y la sociedad, en general, para ayudar-educar-orientar a los nativos en el complejo proceso de tomar decisiones en esos ámbitos a muy temprana edad.

Sin duda, Born Digital tiene muchas dimensiones interesantes para comentar, pero en esta mirada sólo me detendré en algunos aspectos.

Palfrey y Gasser parten haciendo una declaración que corrige un lugar común presente en el subtítulo del libro: no se puede hablar de una generación, apenas de un grupo de personas que comparten la característica de haber nacido en un mundo donde el computador personal y el acceso a Internet ya existían. Pero no todos los nacidos después de 1980 son nativos digitales, ya sea por problemas de acceso a las tecnologías o por un muy limitado desarrollo de sus competencias digitales. Primera precisión al mito: ser nativo digital está asociado a ciertas condiciones sociales y culturales que no están presentes en forma pareja en todo el mundo.

Cruza Born Digital otra precisión interesante y que los autores extraen del intenso trabajo de terreno realizado durante cuatro años, entrevistando a jóvenes en distintas latitudes. En general, los nativos digitales suelen ser más reservados y cautelosos en el uso de la tecnología que lo que se suele creer. De hecho, al construir sus identidades en red, es normal que tengan mayor conciencia -en comparación con quienes no son nativos- de las potencialidades pero también de los riesgos de una exposición inadecuada. Sin embargo, el estar y participar en un mundo hiperconectado les obliga a enfrentar preguntas que aquellos que nacimos antes de 1980 debimos abordar más tarde, con un nivel mayor de madurez y con un bagaje de vivencias que nos permitieron discernir de manera más completa entre lo que nos hacía bien y lo que nos hacía mal. Destacan en este ámbito el rol de los padres y el sistema educativo para saber acompañar a los nativos en este proceso. La lectura entre líneas: confianza en los nativos y sus capacidades para explorar y saber tomar las decisiones correctas en un mundo que les es natural a ellos, y en el que nosotros somos inmigrantes, pero en cuya navegación es importante nos sientan presentes. Aprendizajes esenciales para que los nativos puedan navegar en el mundo digital, deben tenerlos desconectados, aprendizajes vinculados al respeto de ciertos valores fundamentales para la construcción de mundos posibles.

Otra de las claves de Born Digital: es un libro con múltiples lecturas. Yo llegué a él movido por un interés sociológico (la web como espacio social prioritario de los nativos), pero conforme fui avanzando en sus páginas fui construyendo la lectura como padre de dos nativos que están iniciando sus primeras exploraciones. Es un libro que podría (y debiera) encontrarse en los estantes dedicados a literatura de interés familiar en cualquier libreria. Pero también tiene Born Digital una lectura desde el mundo de las leyes y como estos nativos están forzando a revisar ciertas normas básicas que están en la base de nuestras sociedades. Tiene una lectura económica, asociada a las transformaciones en los mercados, en los procesos productivos. Hay una lectura desde el aprendizaje y las revoluciones que los sistemas educativos deben vivir para hacerse cargo de los nativos. No faltan los elementos para una lectura desde la psicología y como los nacidos después de 1980 perfilan sus identidades y se relacionan con el entorno. Y tiene, por cierto, una lectura política, o como el poder y las lógicas de su construcción y permanencia en el tiempo están cambiando en un camino sin retorno.

Al concluir el libro, Palfrey y Gasser hacen tres afirmaciones esenciales sobre los nativos: i) la manera en que los jóvenes están interactuando con la información, entre ellos y con las instituciones, está cambiando velozmente, y las consecuencias de estos cambios sobre el futuro de nuestras sociedad son enormes; ii) en este proceso, se está levantando una cultura global por esencia, donde las antiguas fronteras se desvanecen y surgen comunidades de personas con intereses comunes que conversan y comparten globalmente; y iii) si bien no existen soluciones genéricas y universales para los problemas que estos nuevos escenarios plantean, las mejores respuestas son aquellas basadas en esfuerzos colectivos y comunitarios.

Un gran libro que espero pronto sea traducido y publicado en castellano.

(Más información en digitalnative.org, el sitio del proyecto y desde el cual se pueden acceder al blog, al wiki y las distintas redes sociales en las que se han creado espacios de conversación para debatir y avanzar en el conocimiento de los nativos digitales).

27 de octubre de 2008

Wassup

De tomar una Bud hace 8 años...



... a buscar un cambio profundo.



Visto (y reído) en Joho the Blog.

21 de octubre de 2008

Escenas de la vida webtidiana - I

Fotografìa: Las huellas, de Andalucía, con licencia CC:BY-NC-ND

En nuestra vida webtidiana, esa que transcurre cada día de hipervínculo en hipervínculo, enfrentamos situaciones que no por pedestres dejan de tener su que sé yo. Con distintos grados de conciencia, buscamos soluciones o desarrollamos estrategias cotidianas (perdón, webtidianas), que nos hagan más llevaderas esas pequeñas pero latentes molestias que la "inclusión/abducción" digital acarrea. Molestias que, sin duda alguna, se terminarían si tomáramos la decisión personal e irrevocable de renunciar a este "brave new world" -como lo denominan los gringos.

De más está decir que esa renuncia no es posible para quien les escribe, su seguro cadaunante.

Por estos días estoy leyendo Born Digital, un muy buen ensayo sobre el mundo de los nativos digitales (y de todos los que sin ser nativos hemos optado por subirnos al barco o al menos dejarnos llevar por la corriente). Entre los temas que aborda está el de la identidad en los entornos digitales. Cada vez somos más conscientes de la importancia de lo que decimos o dejamos de decir en línea. Nuestro trazo digital habla por nosotros. Pero ese boceto en permanente construcción no siempre depende de nosotros. Una foto que sube un compañero de colegio a Flickr o Facebook, es una minúscula parte de nuestra identidad en el mundo real que queda, aunque nosotros no queramos, atada a nuestra identidad digital. Parece, entonces, relevante que por lo menos aquella parte de nuestra identidad que subimos por decisión propia sea, por lo menos, coherente.

Con esta reflexión rebotando en la parte más oscura de mi cerebro, conversaba hoy con una amiga sobre Twitter, comunidades virtuales y otras berenjenas, y sobre cómo nos valemos de ciertos atajos que nos permiten integrar los diversos (y crecientes) canales que utilizamos, integración que nos puede aliviar la compleja tarea de mantenernos virtualmente coherentes. Y fue entonces cuando me dí cuenta de que en los últimos meses mi nivel de actividad en torno a comunidades en línea pasó una frontera: cada vez son más las comunidades en que participo y me interesa mantener cierto nivel de actividad y, por lo tanto, cada vez es menos el tiempo que tengo para dedicarle por separado a cada una de ellas (escrito de esta manera pareciera que estoy hablando de mi harén).

En el horizonte se empieza a asomar el caos virtual, y como no tengo (por el momento) interés en explorar mi bipolarismo digital, creando avatares tras los cuales esconderme, he empezado a buscar puentes que permitan unir mi presencia en las distintas redes, espacios y comunidades en que converso y comparto.

Un buen ejemplo es la edición del estado de mi "estado". Sería ligeramente esquizoide que cada vez que quisiera cambiar mi estado me conectara a cada espacio para actualizarlo. Peor aún sería (dado que en casi todas mis comunidades hay un grupo de "amigos-contactos-followers" que se repiten) que, producto del abandono o incapacidad de actualizar en forma oportuna, manifestara alegría en un espacio, rabia en otra comunidad y tristeza en la siguiente. No, en mi vida webtidiana eso no es lo que busco.

Así las cosas, de un tiempo a esta parte he estado explorando con el "estado" (dicho de esta manera, pareciera cierta oscura negociación con la matrix que paga el colegio de mis hijos y las cuotas de mi crédito hipotecario). Y hoy logré algo interesante (ningún gran logro, pero algo es algo): la barra de dirección de mi navegador es la sala de control de mi "estado". Me explico. Gracias a TwitterBar, un add-on desarrollado para Firefox, puedo utilizar la barra de dirección para editar mi Twitter, desde el cual controlo a su vez mi estado en Facebook y el contenido que aparece (gracias a un widget desarrollado para Blogger) en la parte alta de la columna derecha de este blog.

4 en 1. Como navaja suiza. Aunque el atajo tiene algunas limitaciones, no está mal. A través de 140 caracteres (la extensión de un tweet), desde mi Firefox (¿por qué habré tardado tanto en mudarme?) logro "hacerme el vivo" en tres espacios de manera simultánea.

15 de octubre de 2008

Cultura y pobreza

Fotografìa: Entre barro y juguetes, de Pablo Embry, con licencia CC: BY-NC-SA

Pobreza. Una palabra que estoy extrañando en el debate actual sobre la reforma a nuestra ley de propiedad intelectual. ¿Se puede siquiera discutir sobre el derecho de autor y el acceso a la cultura y no mencionar su importancia en el combate a la pobreza?

Equidad. Otra palabra que está sonando poco. Esa es la cancha que cualquier futura norma debiera garantizar. Equidad en el trato para los creadores, por cierto. Pero equidad -sobre todo- para los millones de compatriotas que viven en condición de pobreza, y para los que las bibliotecas, los telecentros, los cibercafés y otros espacios de acceso comunitario a información y conocimiento son su única forma de acceder a los bienes culturales.

Siempre he creído que no hay forma de pensar en un Chile desarrollado, si todos nuestros compatriotas no tienen asegurado un acceso equitativo a la cultura. Esa convicción, que he reforzado en estos ya más de diez años trabajando en la Dibam, se funda en una noción clara del rol que la cultura juega en la calidad de vida de las personas, en su capacidad de soñar con un mejor futuro, en su posibilidad de reconocer su(s) identidad(es) y desde ella(s) proyectarse.

Por ello, cualquier reforma a la ley que haga una defensa a ultranza de los derechos de autor, por sobre los derechos de quienes desean acceder a la cultura, será fuente de inequidad, será fuente de pobreza. En Chile, con su extrema desigualdad en la distribución de la riqueza, la cultura se convertirá en un lujo. Por esa senda, llegará el día en que para leer un libro en una biblioteca pública, habrá que pagar. Para ver una película, habrá que pagar. Para conectarse a Internet, habrá que pagar. Llegará un día en el que para entrar a una biblioteca pública habrá que pagar.

Frente a los que atacan desde sus atalayas y tildan de lumpen digital a los que estamos por una cultura abierta, basada en el crecer compartiendo, yo respondo: sí, yo estoy por un trato justo para todos, pero en especial para aquellos de nosotros que más necesitan de ese acceso para romper con siglos de explotación, con décadas de exclusión, con generaciones viviendo en la pobreza.


7 de octubre de 2008

La expansión de la ignorancia

Por Kevin Kelly (*)

La entidad que crece más rápido hoy es la información. La información se está expandiendo diez veces más rápido que el crecimiento de cualquier otro producto manufacturado o natural en este planeta. Según un cálculo realizado por Hal Varian, un economista de Google, y yo, la información mundial ha estado creciendo a una tasa de 66% por año durante muchas décadas. Comparen esa explosión con la tasa de crecimiento de incluso las manufacturas más prolíficas -como el concreto, o el papel- que sólo promedian un 7% anual por décadas.

Vemos la expansión de la información en todas partes. Menos visible, más difícil de seguir, pero explotando al mismo ritmo es la expansión del conocimiento. El número de artículos científicos publicados cada año ha estado creciendo a un ritmo constante por más de 50 años. Durante los últimos 150 años, el número de solicitudes de patentes se ha incrementado. Según esta métrica genérica, el conocimiento está creciendo exponencialmente.

Si el conocimiento está creciendo exponencialmente debiéramos quedarnos pronto sin problemas por resolver. Dada nuestra acelerada tasa de aprendizaje, unos pocos autores han declarado que debemos estar en la era del "fin de la ciencia". Esta afirmación es difícil mantenerla por más de un nanosegundo al tomar en cuenta el actual estado de creencias en la física: el 96% de la materia y la energía en nuestro universo es cierta variación desconocida de lo que llamamos oscuridad. Está claro que "oscuridad" es un eufemismo para para referirnos a la ignorancia. Realmente no tenemos idea de que está hecho el corazón del universo. Encontramos un nivel similar de ignorancia si nos sumergimos en forma profunda en la célula, el cerebro, o incluso la Tierra. Nosotros no sabemos nada.

Pero también está claro que sabemos mucho más del universo de lo que sabíamos un siglo atrás. Este nuevo conocimiento se ha llevado a la práctica en bienes de consumo tales como el GPS y los iPods, y en el crecimiento sostenido de nuestra expectativa de vida. Nuestro beneficioso avance en conocimiento viene de herramientas y tecnologia. Por ejemplo, telescopios, microscopios, fluoroscopios y osciloscopios nos permiten ver en nuevas maneras, y cuando nosotros vemos a través de nuevas herramientas, de repente ganamos muchas nuevas respuestas.

Sin embargo, la paradoja de la ciencia es que cada nueva respuesta genera por lo menos dos nuevas preguntas. Más respuestas, más preguntas. Telescopios y microscopios no sólo expandieron lo que sabíamos, sino lo que no sabíamos. Nos permitieron espiar en nuestra ignorancia. Nuevas y mejores herramientas nos permiten nuevas y mejores preguntas. Todo nuestro conocimiento sobre las partículas subatómicas derivó de nuevas preguntas generadas después de que inventáramos el desintegrador de átomos.

Por lo tanto, aunque nuestro conocimiento se está expandiendo exponencialmente, nuestras preguntas se están expandiendo a una tasa exponencial mayor. Y como los matemáticos les dirán, la brecha en aumento entre dos curvas exponenciales es, en si misma, una curva exponencial. Esa brecha entre preguntas y respuestas es nuestra ignorancia, y está creciendo en forma exponencial. En otras palabras, la ciencia es un método que en lo principal expande nuestra ignorancia en vez de nuestro conocimiento.

No tenemos razón para experar que esto cambie en el futuro. Cuanto más disruptiva es una tecnología o una herramienta, más disruptivas son las preguntas que genera. Podemos esperar que tecnologías futuras tales como la inteligencia artificial, fusión controlada, o computación cuántica (por nombrar sólo algunas en un horizonte cercano) descarguen un aluvión de miles de nuevas y grandes preguntas, preguntas que no hubieramos pensado jamás formular antes. De hecho, es una apuesta segura considerar que no nos hemos hecho aún nuestras preguntas más grandes.

O, por decirlo de otra manera, no hemos llegado aún a nuestra máxima ignorancia.

(*) Traducción de esta entrada de Kevin Kelly, publicada en su blog el 2 de octubre. Kelly es un explorador de los nuevos mundos, un atisbador de los horizontes que la humanidad enfrentará. En Internet lo pueden encontrar en www.kk.org.

Con esta entrada, inicio una nueva práctica de Cadaunadas: incorporar reflexiones de autores/pensadores que sigo y cuyos textos tienen licenciamiento que permiten su libre traducción. No conforme con haber "expoliado" a cinco blogueros que escribieron para Cadaunadas durante su primer aniversario, instalo ahora una "fábrica infinita de entradas" a expensas de la brillantez de otros. ¡Larga vida al licenciamiento abierto!

3 de octubre de 2008

[1 año] Emociones, política y web 2.0

Fotografía: Azul roto, de Alé, con licencia CC:BY-ND

Por Marco A. Zúñiga (*)

A principios del 2007, en medio del calor del verano, nos reunimos un grupo de curiosos y motivados ciudadanos provenientes de diversos espacios, respondiendo a una amplia convocatoria realizada por Luis Ramírez, como coordinador y vocero de diversas organizaciones.

El punto de encuentro fue una sala de clases de la Universidad de Chile, para dar inicio oficial y formal en Chile, a la campaña Un Computador por Niño.

Todos los participantes nos presentamos y dimos nuestra opinión. Nos escuchamos con respeto y conversamos de muchos temas, bajo la premisa de que el único interés de los asistentes era soñar un mejor futuro para nuestro país.

Fue una reunión intensa, donde se discutió del poder, de la inequidad, de la construcción de un sueño país, de los espacios de influencia. Habían muchos puntos de consenso, pero también varias opiniones encontradas. En definitiva, fue una reunión (aunque a muchos de los presentes les molestara) eminentemente "política", pero de la "buena política", construida desde los ciudadanos. Qué gratas esas discusiones, con esas premisas y en ese ambiente.

Al final de dicha reunión, se me acercó amablemente una mujer de mediana edad, quien me dijo:

Marco, gusto en conocerte. Sobre tus opiniones, algunas las comparto y en otras estoy en desacuerdo. Pero te quiero pedir un favor.
Cuando hablabas de los ciudadanos y de lo que queríamos para este proyecto, usaste en algún momento como ejemplo a "La Señora Juanita". Yo trabajo en los Telecentros de la zona Occidente de Santiago, en zonas muy pobres. Te quiero comentar que para las señoras cuyo nombre real es Juana o Juanita, cada vez que se menciona su nombre como el ejemplo de la pobladora pobre, que no entiende nada, inculta, que lo único que requiere es asistencia, con hijos y que no sabe qué hacer, a quien hay que explicarle todo casi como a un parvulario, y que está desconectada del "mundo", es una continua ofensa. Hoy muchas tienen vergüenza de decir su nombre. Se vuelven tristes. Más aún, muchas incluso quieren cambiar su nombre. Lo único que te quiero pedir, es que no uses más ese ejemplo.


No pude responder nada. Era algo sobre lo cual estaba totalmente ciego. Cuánta razón tenía. Y lo único que atiné a decir fue "Muchas Gracias", con un gran dejo de culpa.

Cuento esta situación, porque el (desde ese momento para mí) funesto ejemplo de la señora Juanita (y que espero los lectores de este artículo eviten en el futuro, para no seguir reproduciendo el estigma), proviene precisamente desde el mundo político tradicional, de la "alta política", utilizado frecuentemente por nuestros "importantes actores políticos".

Lamentablemente, ya es un lugar común, Y a quienes los temas públicos nos interesan, incluso en nuestro lenguaje cotidiano, ese estigma nos ha "mal influenciado".

Conecto esta situación con un libro que volví a encontrar hace unos meses en mi biblioteca personal y que he vuelto a leer con mucho gusto. Es un hermoso libro, titulado "Emociones y Lenguaje en Educación y Política", siendo una recopilación de un par de conferencias dictadas por el Profesor Humberto Maturana a principios de 1988. Es un libro "antiguo" pero plenamente vigente, escrito en medio del profundo cambio en el Chile de hace 20 años, desde la dictadura hacia un gobierno democrático.

Lo que me llamó poderosamente la atención en esta nueva lectura, es que el Profesor Maturana ya identifica en ese tiempo un fenómeno que en mi opinión persiste hasta el día de hoy: la profunda desconexión en Chile de la "clase política" (entendida como las dirigencias de los actores políticos tradicionales), con los ciudadanos. Más aún, con los sentimientos de los ciudadanos. Y esto en forma transversal, evitando un particular sesgo partidario o de un grupo específico. Es decir, Maturana hace explícita la falta de vínculos emocionales con la ciudadanía, por parte de quienes "administran el poder" en Chile.

Cito textual:

"La democracia es una obra de arte político cotidiano que exige actuar en el saber que no se es dueño de la verdad y que el otro es tan legítimo como uno. Más aún, tal obra exige la reflexión y la aceptación del otro, y por sobre todo, la audacia de aceptar que las distintas ideologías políticas deben operar como distintos modos de mirar los espacios de convivencia que permiten descubrir distintos tipos de errores en la tarea común de crear un mundo de convivencia en el cual la pobreza y el abuso son errores que se quiere corregir. Esto es una cosa distinta de la lucha por el poder.

El ejemplo presentado de la Señora Juanita es un reflejo de esa desconexión emocional, en que los políticos tradicionales niegan al ciudadano común y corriente como el legítimo depositario de los deseos individuales y colectivos, a quienes deben "responder" en vez de "guiar mesiánicamente".

Enzo me invitó a compartir unas ideas en este hermoso espacio llamado Cadaunadas que cumple su primer año, donde además de la reflexión profunda y documentada, con interesantes análisis sobre el impacto de las tecnologías en los procesos sociales, su dueño abre un espacio de conversación relacionado con su propia historia personal, con las historias de sus colaboradores y donde se comparten diversas emociones relacionadas con los proyectos que ha liderado codo a codo con sus equipos, partiendo por Biblioredes, la permanente búsqueda del rol de las Bibliotecas en este mundo turbulento y proyectos silenciosos pero de alto impacto para las personas, como el Maletín Literario. Cadaunadas es un espacio de emociones y de reflexión. Y esa combinación es una fecunda amalgama para moldear colectivamente sueños de futuro.

La Web 2.0 permite que los ciudadanos se expresen desde su individualidad, desde su emocionalidad, a veces en forma espontánea y otras en forma premeditada. Surgen nuevos espacios colectivos de encuentro y construcción, como tímidos experimentos para estas nuevas formas de hacer política.

Y tal vez por las restricciones que todavía tienen estas nuevas formas de interacción, el "otro" es tan legítimo en su opinión y en su sentimiento como cualquier "otro", más allá de "roles o posiciones".

Nuevos procesos como la mencionada campaña Un Computador por Niño y el recién estrenado espacio llamado Educación 2020, son ejemplos concretos de que la tecnología, sin ser la causa primigenia ni el catalizador, es un facilitador para estos espacios de encuentro de sentimientos ciudadanos y la creación de sueños colectivos y colaborativos.

Y más temprano que tarde, redibujará el escenario del poder y la política. Al menos, es el sentimiento de esperanza que a muchos nos mueve.

(*) Marco A. Zúñiga es consultor en innovación y emprendimiento, y autor del blog E-arquitectura. Con este bonus track, completo la serie de entradas redactadas por blogueros invitados para celebrar el primer aniversario de Cadaunadas. A todos, mil gracias.

1 de octubre de 2008

Temblores

¿Qué quieren que les diga? Cuando la empresa que administra mi fondo de pensión, me envía una carta que, entre otras cosas, dice...

Esta crisis es grave y ya llevamos alrededor de 15 meses desde su inicio. Seguiremos viendo malas noticias económicas e instituciones financieras en problemas en los próximos meses.

...yo me pongo a temblar, aunque me hayan enviado la carta para que me ocurra todo lo contrario.