16 de diciembre de 2007

Mi maletín literario

Hace varios días que me rondaba la idea de hacer un recuento de mis lecturas e intentar el ejercicio de seleccionar aquellas que, por distintas razones, más me hayan marcado desde que tengo uso de razón. Quizá sea la influencia de tanto rankismo que se vive en la Red, o quizá el influjo del proceso coordinado por la Dibam este año para identificar que obras debían ser incorporadas en el maletín literario anunciado por la Presidenta Bachelet en mayo pasado.
Sea como fuere, estos son mis 11 libros (12 en realidad), ordenados desde el primero que leí hasta el último:
1. Historia de Chile, de Walterio Millar. Lo leí 13 veces a los ocho años. Un año antes había descubierto el significado de la palabra extranjero, y que yo lo era en España. Este libro fue un paso importante en construir la respuesta a "¿Dónde no soy extranjero?".
2. La alternativa del diablo, de Frederick Forsyth. Lo leí a los once años. Un amigo de mi padre se lo había prestado, y así llegó a mis manos. Recuerdo no haber entendido muy bien algunos episodios de la trama (la Guerra Fría era más compleja que lo que mi mente podía comprender), pero tiene el mérito de ser el libro que marcó mi afición por la lectura. Los años siguientes leería buena parte de las novelas escritas por Forsyth hasta esa época, un placer culpable que de vez en cuando intenta resucitar.
3. La derrota del pensamiento, de Alain Finkielkraut. Tengo la duda sobre cuán bien habrá soportado el paso del tiempo este ensayo, pero a fines de los 80 fue un contrapunto fuerte con muchas de las lecturas que estaba teniendo.
4. Conversación en La Catedral, de Mario Vargas Llosa. De todo lo que he leído, la mejor novela latinoamericana del siglo XX (este es mi blog, y si alguien discrepa, que dispare en los comentarios).
5. Noción de patria, de Marío Benedetti (incluido en Inventario. Poesía 1950-1985). Le ayuda a dar sentido a mi regreso a Chile en el año 89, y ahora descubro que está disponible completo en Internet.
6. El laberinto de la soledad, de Octavio Paz (leido a la par con Madres y huachos. Alegorias del mestizaje chileno, de Sonia Montecinos, mejor aún). Lo leí durante la carrera, en un seminario de investigación sobre el mestizaje en la América colonial. Gracias a Paz entendí que América es un continente hijo de la Chingada.
7. Lituma en los Andes, de Mario Vargas Llosa. Después de un mes recorriendo Bolivia, leí esta novela. Viaje y lectura me hicieron comprender que, más allá de la simpatía, afinidad e identificación que se pueda desarrollar por una cultura ajena (en este caso el mundo andino), uno nunca deja de ser un extraño para esa cultura.
8. La guerra del Golfo no ha tenido lugar, de Jean Baudrillard. Ensayo escrito después de la primera Guerra del Golfo (1991), pareciera que fue lectura de los ideólogos de la segunda Guerra del Golfo (2003), que llevó el concepto de simulacro a su máxima expresión. Leer a Baudrillard ayuda a desarrollar la ironía.
9. Las redes humanas, de J.R. McNeill y William H. McNeill. En la efervescencia de Internet, siempre es bueno recordar que la humanidad inventó el concepto de red varios miles de años antes que el protocolo TCP/IP. Recorrer la historia del hombre en 400 páginas a través de las redes que ha formado, es una cura de realidad necesaria en tiempos de la Web 2.0.
10. Trilogía de Auschwitz, de Primo Levi. Sin comentarios.
11. Everything is Miscellaneous, de David Weinberger. De todo lo que he leído en el último tiempo sobre Internet, es el libro que más ideas desordenadas ha dejado en mi cabeza (mi personal forma de medir cuánto me ha provocado una lectura). Aún no ha pasado el test del tiempo, pero apuesto una cadaunada a que no será sencillo desbancarlo de esta selección.

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