11 de octubre de 2007

¿Web social a 128 kbps?

Por esas gracias “sociotecnológicas”, pueden revisar en la blogosfera parte de dos conversaciones que he tenido entre ayer y hoy. A través del blog de Rosario Lizana, que traduce parte de la conversación que mantuvimos en el mundo físico –esta fue la primera conversación-, o a través del blog de Luis Ramírez, en la que la charla –la segunda conversación- ha “estado siendo” asincrónica y virtual.

Ambas conversaciones me han hecho volver a pensar en las posibilidades de generar mecanismos efectivos de inclusión en la Web social para personas cuyo punto de acceso a Internet es una biblioteca pública conectada a Internet con un enlace satelital de 128 kbps (nota: yo pienso en biblioteca pública, pero la reflexión puede ser válida para cualquier punto de acceso comunitario a Internet, ya sea telecentro, escuela, cibercafé de barrio, etc.). Si quieren ponerle escenario a esta reflexión pueden visitar la Biblioteca Pública de Camiña (Tarapacá), la Biblioteca Pública de Torres del Paine (Magallanes) o la Biblioteca Pública de la Isla Juan Fernández.

En esta entrada no haré un análisis de por qué el mercado de las telecomunicaciones en Chile no es capaz de proveer mejores soluciones tecnológicas para estos lugares, ni realizaré ninguna evaluación respecto a si como Estado hemos realizado toda la inversión requerida para llegar con mejor conectividad a las innumerables localidades remotas de Chile y asegurar un real acceso universal y de calidad a Internet. Para efectos de esta entrada, el dato es que esas bibliotecas contarán durante un buen tiempo más con una conexión satelital de 128 kbps.

Las preguntas: ¿es posible generar alguna estrategia que le permita a un usuario que depende de un punto de acceso comunitario con limitaciones estructurales sentirse incluido en la Web social? ¿Puede un usuario que accede 2 o 3 veces por semana a un turno de computador de una hora cada uno sentirse parte de las “conversaciones de la Red”? ¿Qué demanda ese usuario de Internet, teniendo presente sus limitaciones de acceso? ¿Es para ese usuario una necesidad básica ser parte, por ejemplo, de la blogosfera? ¿Qué gana o que pierde por las posibilidades de acceso a Internet que realmente tiene? Y quizá la pregunta básica, ¿le sirve de algo Internet –y por extensión la Web social- a ese usuario?

Son algunas de las preguntas que este año hemos estado trabajando en el Programa BiblioRedes en el proceso de reinventarnos. Por momentos, tengo la sensación de que tendemos a caer en respuestas estereotipadas, o que son parte de la corriente predominante que ve en el acceso a Internet y la tecnología una solución para muchos de los problemas más básicos de las personas. Por cierto, en general, comparto y creo en esas respuestas, pero en algunas ocasiones tiendo a cuestionar cuánto de profecía autocumplida tiene todo este relato.

Durante el primer semestre de este año, en conversaciones –ahora me doy cuenta de que he pasado buena parte del año conversando- con personal de bibliotecas públicas de distintas regiones, me comentan que hay usuarios de sus bibliotecas que acceden a YouTube y que se dan el tiempo de bajar lentamente videos para después verlos, ocupando valiosos minutos de sus escasos turnos de acceso a través de los computadores de BiblioRedes. ¿Responde ese comportamiento a una necesidad real de la persona o a una necesidad de “estar” en un espacio donde “hay que estar”?

Situaciones como ésta nos/me obliga a pensar en cómo desarrollar soluciones a esa necesidad de ese usuario, soluciones que optimicen las limitadas capacidades tecnológicas de algunas bibliotecas. En caso contrario, ese usuario pudiera llegar a desarrollar la sensación de que subió una de esas escaleras de Escher: comienza a subir a algo nuevo, tiene la sensación de que está subiendo a un nuevo mundo de posibilidades y cuando termina su ascenso, se da cuenta que el último peldaño es el primero, y que en realidad sólo tuvo la “sensación del ascenso” pero ninguna de sus ventajas (el llegar a algún lado).

En los próximos meses estaremos intentando encontrar una respuesta (humanamente útil, tecnológicamente sustentable) a esta limitación. Por el momento, un atisbo a partir de una interpretación libre de una idea que le escuché, en distintos formatos, a Florencio Ceballos y Marc Botella en el Encuentro Latinoamericano de Telecentros en septiembre pasado: se puede ser 2.0 con servicios del mundo físico, ya que el fenómeno 2.0 se basa en un conjunto de actitudes que gatillan personas, no maquinas.

To be continued.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La pregunta ¿necesitamos tanta velocidad? viene dando vuelta ahace rato, y no apunta a la tecnología sino a la calidad de la producción cultural que se genera: ese es un asunto creo más relacionado a la gestión que a la tecnología. Y aqui es donde Biblioredes destaca al proporcionar un soporte "humano" que motiva y orienta el uso de los recursos, ... no se trata de mayor ancho de banda sino de una mejor manera de manejar una situación de demanda siempre en alza...recuerdemos que un día BG dijo que con 670 KB de memoria sería suficiente!!
Pues aqui estamos, con 128 de enlace,¡acaso poco para las expectativas y demasiado para la utilidad actual??
Las biblioredes nos permiten aterrizar el asunto ya que en las bibliotecas, en algunas, hay muy buenas practicas que recoger y pueden servir como respuestas reales...

Muchos saludos

Enzo Abbagliati Boïls dijo...

Luis, agradezco y comparto tu comentario: el personal de las bibliotecas, telecentros o cualquier punto de acceso comunitario a Internet es fundamental en mediar entre el usuario y la tecnología, y que ésta se adapte lo mejor posible a las necesidades de las personas.

Ahora, en esta ecuación falta "el otro lado humano", el del desarrollador de servicios web, que en muchas ocasiones sus desarrollos asumen ciertas condiciones tecnológicas base que en muchas de nuestras localidades no se dan. Y en eso no hay nada perverso, es sólo un dato de la realidad: cuando pensaron YouTube o Jumpcut no tenían en la cabeza al usuario de Futaleufú.

La pregunta para quienes estamos en la primera línea de batalla del acceso universal a estos recursos, es como promovemos e impulsamos aplicaciones adaptables a entornos tecnológicos diversos. O cómo generamos las condiciones para que el piso de ese entorno sea mayor al actual.