Escribo estas líneas desde el aeropuerto de Schipol en Amsterdam, casi al termino de mi breve periplo por tierras holandesas. Han sido poco más de 24 horas muy raras.
En realidad, todo partió en el vuelo entre Montreal y Amsterdam. Cinco horas y media de duración (cuando la información que me habían hecho llegar indicaba casi siete horas). En principio, una ganancia, pero cuando a las dos horas de haber terminado de cenar la azafata me despierta para preguntarme si quería desayunar, sabía que el día había partido mal. Y cuando aterricé a las 6:30 am (el cuerpo me decía que eran apenas las 12:30 am) confirmé que el día venía torcido. Desde Schipol, tomando un tren que en media hora atraviesa una aún oscura Holanda, llego cerca de las 7:30 a La Haya (a esas alturas el jetlag ya era evidente).
Al llegar al hotel, me indican que mi habitación no está lista, y que debo esperar a que un pasajero desocupe la suya, para una vez limpia y arreglada pueda hacer mi check-in (ya sabía que la capacidad hotelera de La Haya, pese a ser grande, en general pasa con tasas de pleno uso, pero nunca sospeché que fuera tanto). Decido quedarme en el bar del hotel a revisar la presentación que tengo que realizar a las 16:00 en eChallenges, sin saber que estaré casi tres horas hasta poder hacer el check-in.
Finalmente, a las 12:30 -luego de hacer el check-in y ducharme- voy al World Forum Convention Centre, sede de la conferencia. Al entrar y mientras me registro, tres cosas me llaman la atención: primero, casi ninguna publicidad de la conferencia (acostumbrado al despliegue de otras conferencias, en especial la conferencia anual de la IFLA, da la sensación de que ésta quisiera pasar desapercibida); segundo, las pocas personas que se ven transitando por los pasillos del centro de convenciones; y tercero, los intensos olores dentro del edificio (mucha gente fumando, olor a cocina y, cuando entré al baño, el concepto de urinario público hecho "aroma"). Recién a las 14:00 se retomarán las sesiones, por lo que decido comer algo y tomarme un café para combatir el desajuste cuerpo/mente, ya que a esas alturas soy ya Mr. JetLag en persona (lo del café fue una pésima decisión, comprobaré horas más tarde al intentar dormirme en el hotel).
Ubico mi sala, ubico a la moderadora de la mesa (afortunadamente, una agradable señora norteamericana que trabaja en Noruega) y me quedo a escuchar las presentaciones del panel anterior al mío. Y ahí empiezo a tener la extraña sensación de que soy el hombre equivocado, con la presentación equivocada, en la conferencia equivocada (lo único que no estaba equivocado era mi jetlag). Papers sumamente técnicos, presentados por europeos pensando en europeos.
A las 16:00 comienza mi mesa y yo soy el último en hablar. Mis compañeros de mesa, si bien mantienen la tónica técnica de las presentaciones anteriores, hablan de temas que me son más cercanos, lo que me permite intentar "entender" las razones que tuvo el comité organizador para aceptar nuestro paper (el que pasó con buena nota dos etapas de revisiones ciegas por parte de pares antes de ser aceptado en abril pasado). La moderadora ya nos había advertido que teniamos apenas 12 minutos para exponer y que sería tajante con el tiempo (ya una vez, en una conferencia en Buenos Aires, una moderadora noruega me había advertido lo mismo, y me dejó con media presentación sin exponer). De todas maneras, lo que inicialmente era un problema, fue la excusa perfecta para que mi jetlag y yo "la hiciéramos corta" (nota para lectores no autóctonos: "hacerla corta" es un chilenismo para referirse a algo breve).
Y como escribiera Cervantes, "en una presentación en La Haya de cuyo nombre no quiero acordarme"... Eramos casi más panelistas que audiencia y el único comentario que recibí al terminar la presentación fue la del panelista sueco, quien me comentó que le costaría imaginar su trabajo en caso de que la mitad de los suecos estuvieran desconectados (yo le había comentado previamente que según WIP Chile, el año 2006 el 60% de los chilenos estaban fuera de la red).
Al terminar el panel cerca de las 17:30, me fui al hotel, para dejar las cosas y salir a hacer algo de turismo en el entorno, comer y acostarme temprano... Pero mi jetlag andaba de juerga y recién pasadas las 2:00 de la mañana de La Haya (20:00 horas de Ottawa según mi relój biológico + café) logré conciliar el sueño (eso sí: antes de dormirme logré entender que nunca lograré -ni intentaré- aprender holandés, el idioma más gutural que he escuchado en mi vida).
En resumen, en mi contextopedia, La Haya será sinónimo de jetlag hasta nuevo aviso.
7 comentarios:
Mmmm... un esfuerzo literario... una crónica sobre el jetlang, tema ciertamente distinguido (no cualquiera lo "sufre". Yo quiero sufrirlo), y una descripción inspirada sobre una, al parecer, conferencia insulsa. Esperemos que la crónica sobre la península ibérica (e islas adyacentes) sea más inquietante.
Mucho jetlag veo, tanto que ensucia la redacci�n. Pero bueno, no hay nada que las islas afortunadas no puedan arreglar.
Como no aterrice en San Borondon...
Será que hace tiempo no veía las cadaunadas del señor, pero me ha divertido mucho ésta.
Súper entendible todo además: los jetlags -cierto que implican viajar y eso es entrete- pero de todas formas son una maldición y no puedo menos que simpatizar. Un abrazo,
Lorena Muñoz
Nivio... no será mucho apodarse Nivio... Marto (el hijo de Marta).
Mario, pues sí... las islas afortunadas, un buen puchero y unas papitas con mojo arreglan cualquier jetlag... Enzo.
Olalodotcom, se agradece que seas la única que no va con la ironía por delante... Enzo.
De tanta red a veces se nos olvida el peso de las distancias reales y la otra distancia - brecha entre la mirada eurotecno y la nuestra mirada desde el backyard ...supongo pronto la ponencia estará on line? saludos y cuidate de la cafeina...
Luis, cierto lo que dices. El paper lo puedes descargar desde http://www.box.net/shared/v7jcny6ldi.
Saludos, Enzo.
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