Fotografía: personal de la red de bibliotecas públicas de Chile en el III Encuentro Nacional de BiblioRedes (2006)
En la edición de ayer de La Tercera, Matías Rivas publicó una columna que, bajo el título El horror de las bibliotecas públicas, critica "el estado calamitoso" en que se encuentran las bibliotecas públicas de nuestro país.
Alcanzo a vislumbrar tras las palabras de Rivas una visión más o menos definida del rol de las bibliotecas como agentes de desarrollo local y una cierta voluntad por llamar la atención de la clase política respecto a la necesidad de priorizar la inversión en las bibliotecas por sobre otros tipos de infraestructura cultural. En ello, es de esperar que columnas como ésta contribuyan al siempre necesario y sano debate público sobre el rol de las bibliotecas en la sociedad actual.
Pero para levantar su argumentación, Rivas plantea un escenario en cuya construcción comete profundas equivocaciones, opina aparentemente sin tener cabal conocimiento de lo que está diciendo, y confunde una y otra vez dos tipos distintos -pero complementarios- de bibliotecas: públicas y escolares. En resumen, del horror de las bibliotecas públicas que él plantea, por ignorancia (no quiero pensar que por mala fe) cae en el error sobre las bibliotecas públicas.
Un ejemplo. Indica que las bibliotecas sólo reciben material adquirido por el Consejo Nacional del Libro y la Lectura, siendo ésta apenas una de las cuatro fuentes de abastecimiento de material bibliográfico de las bibliotecas públicas. Las otras fuentes (donaciones, depósito legal, compras con recursos del presupuesto de la Dibam) superan el valioso aporte del Consejo, entregando además mayor diversidad a las colecciones. El año 2007, de los más de 153 mil libros comprados para las bibliotecas públicas, los adquiridos por el Consejo representaron el 30,4%.
Destaco las compras que realiza la Subdirección de Bibliotecas Públicas, cuyo presupuesto anual para desarrollar las colecciones de las bibliotecas se ha multiplicado por cinco desde mediados de la década pasada. A través de estas compras, obras de los más distintos géneros, autores y nacionalidades, desde best sellers hasta libros de utilidad para el desarrollo económico de las comunidades locales, han permitido enriquecer las colecciones de las bibliotecas, acercando éstas cada vez más a los intereses de sus usuarios.
Y algo similar, pero con aún una mayor inversión de recursos, es lo que está haciendo el equipo de las bibliotecas escolares del Ministerio de Educación que lidera Constanza Mekis, dotando a colegios y liceos a lo largo de todo el país de Centro de Recursos para el Aprendizaje (CRA) con material de gran calidad.
Otro ejemplo de la falta de información. En varias oportunidades se refiere a la ausencia de inversión en infraestructura para las bibliotecas. De un plumazo, se olvida Rivas de la enorme cantidad de proyectos financiados por el Fondo del Libro y la Lectura para el mejoramiento de los espacios de las bibliotecas públicas. Se olvida de la Biblioteca de Santiago, referente internacional en como recuperar espacios para la comunidad y la lectura. Se olvida del compromiso presidencial de construcción de bibliotecas públicas, que permitirá en los próximos dos años dotar de modernas bibliotecas a cerca de veinte comunas que carecen de ellas en la actualidad. Pero, sobre todo, se olvida Rivas del compromiso de la mayor parte de los municipios de Chile, los que pese a su precaria situación económica, en muchas oportunidades hacen esfuerzos de gran valor para entregar a sus comunidades bibliotecas dignas y acogedoras. Como él menciona a las comunidades apartadas, lo invito a visitar las bibliotecas de Camiña, Ruca Raqui, Curarrehue, San Juan de la Costa, Puerto Ibáñez o Villa Tehuelches, las que he tenido el honor de conocer en estos más de ocho años trabajando para y con ellas. Y no menciono otras, como las de Visviri, Alto del Carmen, Juan Fernández, Melinka, Tortel o Puerto Williams, porque hablaría por referencias. En todas estas bibliotecas quizá la infraestructura no sea perfecta, pero la constante preocupación de los municipios y, sobre todo, el compromiso de su personal, ha permitido que las comunidades se hayan apropiado de sus espacios y sus servicios, los que valoran en alto grado por su calidad.
En los casos mencionados y en cientos más, decir que "no tienen la infraestructura mínima para dar un buen servicio, ni los volúmenes básicos para llamarse biblioteca", es insultar a quienes hacen de su labor un compromiso cotidiano con sus comunidades de usuarios. En estos años, he llegado al convencimiento de que una biblioteca de excelencia no la hacen ni un buen edificio, ni una buena colección. Estos recursos colaboran, pero quienes hacen de las bibliotecas una herramienta eficaz para atender las necesidades de información, conocimiento, recreación y cultura de las personas, es el personal que en ellas trabaja.
Sí, faltan recursos: siempre faltarán, pese a que en estas dos últimas décadas los presupuestos públicos (nacionales, regionales y locales) destinados a las bibliotecas se han multiplicado varias veces. Pero pese a las limitaciones, las bibliotecas públicas de Chile han aumentado cinco veces las prestaciones (préstamos de libros a domicilio y en sala) en quince años, colaborando en hacer de nuestro país una sociedad más lectora. Se han constituido, a través del programa BiblioRedes, en actores de primera línea en la inclusión digital de los segmentos de menores recursos (ganando por ello, entre otros reconocimientos, el Stockholm Challenge Award, también conocido como el "Nobel de Internet"). Se encuentran en el proceso de automatizar sus colecciones, lo que permitirá el 2010 contar con una catálogo unificado y en línea, base para pensar en el usuario universal y servicios de nueva generación para atender a las comunidades locales. Y aunque no lo crea Matías Rivas, en la mayor parte de los casos, sobre todo en los pueblos más chicos, las bibliotecas públicas son agentes dinamizadores (casi siempre el único) de la vida cultural de la localidad, funcionando simultáneamente como biblioteca, centro cultural, museo, lugar de reunión para las asambleas comunitarias y cuanta necesidad más tengan los habitantes del pueblo.
Por eso, además, no es fortuito que el programa Maletín Literario, se esté ejecutando a través de las bibliotecas, y que sea en éstas donde las familias beneficiadas estén recibiendo sus maletines. La biblioteca pública chilena es hoy la puerta más segura, accesible y sin discriminación que los chilenos y chilenas que viven en condición de mayor vulnerabilidad tienen para acceder al libro, la lectura, Internet, información y cultura. Y quien diga lo contrario, habla desde la ignorancia (considerando la segunda acepción de la palabra, según el Diccionario de la lengua española editado el año 2005 por Espasa Calpe: falta de conocimiento acerca de una materia o asunto determinado).
4 comentarios:
Estimado señor, no me venga a decir que a las bibliotecas de calidad no les importa la calidad de sus colecciones y la infraestructura con que cuentan para dar servicios.
Conozco, por razones de trabajo, muchas bibliotecas nacionales en pésimas condiciones, tristes, sin libros. En provincia hay cientos. El error de las autoridades consiste en cómo gastan el presupuesto, cómo hacen las adquisiciones. Por qué compran libros malos, como los best seller en general, y les faltan tantos autores importantes. Es una vergüenza.
Además, los niveles de lectura desmientes la calidad de las bibliotecas. Si fueran buenas los jóvenes harían sus tareas allí, leerían más las dueñas de casa y los audultos mayores. No es así. Vea el ejemplo de los países nórdicos. Cómpare, por favor. Las únicas bibliotecas de calidad son la de Santiago, que no tiene un fondo importante tampoco, y la de Las Condes y la de Providencia, que son de los ricos. El resto son esfuerzos, no bibliotecas de calidad.
No seamos autocomplacientes. Tenemos un país que mejorar y no debemos dormirnos en los laureles por haber realizado unos esfuerzos más. Es obvio que se hace mucho más que con Pinochet, pero no se hace lo suficiente. hay excepciones que le dan la razón a usted, pero la generalidad le da la razón al señor Rivas.
Como funcionario de las bibliotecas usted no tiene distancia ni derecho a defender lo indefendible. Si usted pudiera viajar fuera de Chile a conocer las experiencias de otros países no diría lo mismo que dice en esta columna. Tenemos bibliotecas con personal mal pagado, con fondos pobres, con esfuerzo, con mala infra y con ganas de que sean mejores. Eso es muy poco, eso es la pobreza, la realidad del subdesarrollo, la mediocridad.
Su concepto de las bibliotecas es pobre, es propio de alguien feliz consigo mismo. Cómo van a ser buenas las bibliotecas sin los clásicos, sin los premios nacionales en varias ediciones, sin libros en otros idiomas. Cömo van a ser buenas las bibliotecas que funcionan como centros culturales a falta de estos, donde no hay material audiovisual de primera.
Vaya a sacar un libro a la Biblioteca Nacional para que vea cómo lo tratan, cuánto se demoran. Pregúntele a quienes trabajan ahí si ganan sueldos dignos. El frío que hace dentro de las salas de la biblioteca habla de la escasa preocupación por los que la utilizan.
Al anónimo de las 13:04, que dice "muchas bibliotecas nacionales en pésimas condiciones, tristes, sin libros. En provincia hay cientos". Pruebas al canto. Mencione 100 bibliotecas públicas (para no pedirle los "cientos") en el país "en pésimas condiciones, tristes, sin libros". Menciónelas por comuna.
Al anónimo de las 13:22, que ciertamente tiene razón en algunas cosas, mencione esas bibliotecas "sin los clásicos, sin los premios nacionales en varias ediciones, sin libros en otros idiomas", en qué comunas están.
Y a los dos les digo, mencionen BIBIOTECAS PUBLICAS, no bibliotecas escolares (¿sabían que son distintas, que no son lo mismo?), ni bibliotecas patrimoniales (LA BIBLIOTECA NACIONAL NO ES UNA BIBLIOTECA PÚBLICA, aunque esté abierta a todo público).
Esperamos sus respuestas. Para hablar responsablemente hay que demostrar lo que se dice.
@anónimo 13:04, quienes me conocen saben que soy enemigo de la autocomplacencia. Efectivamente, como dije en mi comentario, infraestructura y colecciones son elementos que colaboran para lograr una biblioteca de calidad, pero finalmente el elemento central -a mi juicio- es la capacidad del personal que en ellas trabaja para responder a las necesidades de sus usuarios.
Y respecto a como invertir los recursos para comprar libros, hay dos visiones: la de aquellos que creen que se debe "educar" a la gente a través de la lectura de los "grandes autores" y las de aquellos que -como yo- creemos que lo prioritario es desarrollar el gusto por la lectura y que la gente por sí sola sabrá discernir lo bueno de lo malo. Y si en el desarrollo del gusto por la lectura un best seller ayuda más que un premio nóbel, debemos preocuparnos entonces de que ese libro esté disponible en las bibliotecas públicas. El objetivo es hacer de Chile un país lector, no un país lector de ciertos autores. Y si usted ha detectado que en alguna biblioteca falta un autor importante, le sugiero nos haga llegar un contacto, a través del sitio web de la Dibam, indicándonos la biblioteca en que ello está ocurriendo. Esa es, precisamente, una de las maneras en que enriquecemos nuestras colecciones: escuchando a nuestros usuarios.
@anónimo 13:22, no estoy defendiendo lo indefendible. Sólo estoy haciendo valer el trabajo de mejoramiento continuo que durante quince años las bibliotecas públicas han llevado adelante. He viajado fuera de Chile, he visitado bibliotecas en distintos lugares, he asistido a seminarios y congresos, y por cierto que nos falta mucho y son múltiples los problemas que nos aquejan. A la lista que usted entrega, y sólo para que vea que no vivo de espaldas a la realidad (lo que no me impide ser un hombre feliz), le agrego: la biblioteca como lugar al que se manda castigado a personal mal evaluado; personal no sólo mal pagado, sino en ocasiones con situaciones contractuales muy precarias y en ocasiones sujetos a cambios por razones ajenas a su calidad de servicio; rotación de personal; bibliotecas con falta de personal.
No, estimado anónimo 13:22. No dejo de ver la realidad. De hecho, la enfrento todos los días desde la Subdirección de Bibliotecas Públicas. Pero no por ello voy a dejar de reconocer lo avanzado y, por cierto, enfrentar aquellas críticas que se hacen sin conocimiento de causa o generalizando excepciones. Usted decide: o ve el vaso medio lleno o lo ve medio vacío. Yo nunca he dicho que esté completamente lleno.
@lector furibundo, se agradece la cuota de sabiduría en una conversación por momento plagada de lugares comunes.
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