Fotografía: more from the streets of Tehran #iran election, de .faramarz con licencia CC:BY
Las elecciones presidenciales de Irán, ocurridas el viernes pasado, gatillaron una imprevista conversación en algunas redes sociales. Las sospechas sobre fraude e intervencionismo en las votaciones para favorecer la reelección de Mahmoud Ahmadinejad, derivaron en una serie de protestas en Teherán, manifestaciones calificadas como las más violentas desde 1999.
Más allá del fenómeno político en sí, del cual poco puedo opinar porque mi conocimiento de la realidad iraní es casi nulo, la escasa cobertura inicial del canal de noticias CNN a las manifestaciones y las críticas que ello gatilló en muchos usuarios de Internet (entre los que participan en Twitter en especial), son un gran ejemplo de como la web social es cada vez más una "voz" autorizada para presentar ante el mundo las situaciones que en él ocurren.
CNN construyó su fama a partir de su cobertura de la primera Guerra del Golfo. Pero al poco de haber terminado aquella primera intentona sobre Bagdad (la de Bush padre), el filósofo francés Jean Baudrillard publicó una aguda crítica sobre cómo la realidad se había visto alterada y recreada. CNN no nos mostró la Guerra del Golfo, lo que nos mostró fueron escenas de guerra en nuestros televisores. Porque, como Baudrillard afirmó, la Guerra del Golfo no tuvo lugar y lo que si tuvo lugar fue una guerra aséptica, sin sangre (o por lo menos sin la sangre que los grandes conflictos nos tenían acostumbrados). Una reflexión que Hollywod convirtió en parodia, con Dustin Hoffman y Robert de Niro como hábiles manipuladores de la realidad.
En esta oportunidad, al no cubrir las revueltas en las calles de Teherán, CNN sufrió en carne propia las heridas que hace ya casi dos décadas inflingió a sus competidores: la noticia en el lugar donde la historia se está construyendo (con todo lo artificial que esa expresión tiene), no estaba siendo reporteada por un canal cuya única razón de ser es esa.
Pero, ¿quién estaba informando de lo que estaba ocurriendo? Sí, algunos medios tradicionales, en sus versiones en línea, le ganaron la mano a CNN. Pero la cobertura a pie de barricada, la estaban haciendo personas comunes y corrientes, subiendo fotos, videos, compartiendo en redes el desarrollo de los eventos. Ello pese a las restricciones que el gobierno iraní ha intentado imponer sobre el acceso a Internet.
Hoy la web nos permite vivir en un mundo más transparente. No cabe duda que frente a la distorsión de la realidad que acusó Baudrillard, este episodio es una nueva demostración de cómo hoy es más difícil que dos décadas atrás que ello ocurra. Ya lo supo Bush hijo, quien llegó a intentar imponer a los medios estadounidenses la no transmisión de imágenes de los ferétros de los soldados norteamericanos que murieron en la segunda intentona sobre Bagdad. La moral de la nación no puede soportar la cruda realidad, debió pensar.
Pero, ¿es todo esto necesariamente positivo? No lo sé. En Teherán parecen estar chocando tres fundamentalismos.
El primero, el islámico, del cual poco sé (como la mayor parte de los occidentales), que tiene a un pueblo gobernado por una teocracia desde fines de la década de 1970. Mi defensa de los derechos humanos como un bien superior, no me permite entender una lógica política que hace de una fe religiosa el eje desde el que se definen exclusiones, se restringen libertades y se imponen visiones totalizadoras de la realidad.
El segundo fundamentalismo es uno menos explícito, pero no por ello menos poderoso. Es aquel que establece que la realidad es lo que difunden las grandes medios de comunicación masiva, es la tiranía de la pauta de prensa y la dictadura de la noticia de portada. Lo que no se transmite no existe y lo que sí se transmite adquiere rango de hiperrealidad. Ese fundamentalismo que se nutre de la leyenda de la prensa como cuarto poder, uno que debiera ser fiscalizador de los otros poderes pero que en muchas ocasiones, por razones politicas, económicas y/o sociales, termina siendo vocero de los poderosos a los que debiera interpelar. Cuesta entender porque CNN no cubrió de manera oportuna las revueltas en Teherán, algo que abordó Rodrigo Orihuela en una interesante entrada hoy en Amphibia.
Y el tercer fundamentalismo es uno de reciente cuño, aunque tiene raíces en la historia de la Humanidad. Es ese que usando las herramientas de las web social inunda la Red con información subida por personas comunes y corrientes, las que con una simple conexión a Internet y algunas competencias digitales básicas, pueden construir colectivamente una imagen virtual de la realidad. Es un fundamentalismo del que en Cadaunadas encontrarán una permanente exaltación, pero que también me genera algunas interrogantes. Las testimonios sobre lo que está ocurriendo en Teherán y que estamos viendo a través de la web social, ¿representan a todos los iraníes o sólo a una fracción de ellos? ¿Cuál es el rol que nos cabe a los que desde fuera de Irán retransmitimos esos testimonios a través de nuestras redes? ¿Estaremos contribuyendo a proyectar una imagen distorsionada de la realidad? ¿Por qué Moussavi, el candidato supuestamente derrotado, pareciera estar siendo presentado como un demócrata, cuando en realidad es apenas un reformista que no cuestiona el fundamento teocrático del régimen?
No porque muchos crean algo, o quieran hacernos creer en ello, eso se convierte en real. Internet, con todas sus grandes oportunidades, también es un espacio para una construcción masiva y abrupta de realidades ficticias. La diferencia, frente a los dos fundamentalismos anteriores, es que ese poder no está en manos de unos pocos, pero no por ello sus construcciones pueden dejar de ser eso, meras construcciones.
Más allá del fenómeno político en sí, del cual poco puedo opinar porque mi conocimiento de la realidad iraní es casi nulo, la escasa cobertura inicial del canal de noticias CNN a las manifestaciones y las críticas que ello gatilló en muchos usuarios de Internet (entre los que participan en Twitter en especial), son un gran ejemplo de como la web social es cada vez más una "voz" autorizada para presentar ante el mundo las situaciones que en él ocurren.
CNN construyó su fama a partir de su cobertura de la primera Guerra del Golfo. Pero al poco de haber terminado aquella primera intentona sobre Bagdad (la de Bush padre), el filósofo francés Jean Baudrillard publicó una aguda crítica sobre cómo la realidad se había visto alterada y recreada. CNN no nos mostró la Guerra del Golfo, lo que nos mostró fueron escenas de guerra en nuestros televisores. Porque, como Baudrillard afirmó, la Guerra del Golfo no tuvo lugar y lo que si tuvo lugar fue una guerra aséptica, sin sangre (o por lo menos sin la sangre que los grandes conflictos nos tenían acostumbrados). Una reflexión que Hollywod convirtió en parodia, con Dustin Hoffman y Robert de Niro como hábiles manipuladores de la realidad.
En esta oportunidad, al no cubrir las revueltas en las calles de Teherán, CNN sufrió en carne propia las heridas que hace ya casi dos décadas inflingió a sus competidores: la noticia en el lugar donde la historia se está construyendo (con todo lo artificial que esa expresión tiene), no estaba siendo reporteada por un canal cuya única razón de ser es esa.
Pero, ¿quién estaba informando de lo que estaba ocurriendo? Sí, algunos medios tradicionales, en sus versiones en línea, le ganaron la mano a CNN. Pero la cobertura a pie de barricada, la estaban haciendo personas comunes y corrientes, subiendo fotos, videos, compartiendo en redes el desarrollo de los eventos. Ello pese a las restricciones que el gobierno iraní ha intentado imponer sobre el acceso a Internet.
Hoy la web nos permite vivir en un mundo más transparente. No cabe duda que frente a la distorsión de la realidad que acusó Baudrillard, este episodio es una nueva demostración de cómo hoy es más difícil que dos décadas atrás que ello ocurra. Ya lo supo Bush hijo, quien llegó a intentar imponer a los medios estadounidenses la no transmisión de imágenes de los ferétros de los soldados norteamericanos que murieron en la segunda intentona sobre Bagdad. La moral de la nación no puede soportar la cruda realidad, debió pensar.
Pero, ¿es todo esto necesariamente positivo? No lo sé. En Teherán parecen estar chocando tres fundamentalismos.
El primero, el islámico, del cual poco sé (como la mayor parte de los occidentales), que tiene a un pueblo gobernado por una teocracia desde fines de la década de 1970. Mi defensa de los derechos humanos como un bien superior, no me permite entender una lógica política que hace de una fe religiosa el eje desde el que se definen exclusiones, se restringen libertades y se imponen visiones totalizadoras de la realidad.
El segundo fundamentalismo es uno menos explícito, pero no por ello menos poderoso. Es aquel que establece que la realidad es lo que difunden las grandes medios de comunicación masiva, es la tiranía de la pauta de prensa y la dictadura de la noticia de portada. Lo que no se transmite no existe y lo que sí se transmite adquiere rango de hiperrealidad. Ese fundamentalismo que se nutre de la leyenda de la prensa como cuarto poder, uno que debiera ser fiscalizador de los otros poderes pero que en muchas ocasiones, por razones politicas, económicas y/o sociales, termina siendo vocero de los poderosos a los que debiera interpelar. Cuesta entender porque CNN no cubrió de manera oportuna las revueltas en Teherán, algo que abordó Rodrigo Orihuela en una interesante entrada hoy en Amphibia.
Y el tercer fundamentalismo es uno de reciente cuño, aunque tiene raíces en la historia de la Humanidad. Es ese que usando las herramientas de las web social inunda la Red con información subida por personas comunes y corrientes, las que con una simple conexión a Internet y algunas competencias digitales básicas, pueden construir colectivamente una imagen virtual de la realidad. Es un fundamentalismo del que en Cadaunadas encontrarán una permanente exaltación, pero que también me genera algunas interrogantes. Las testimonios sobre lo que está ocurriendo en Teherán y que estamos viendo a través de la web social, ¿representan a todos los iraníes o sólo a una fracción de ellos? ¿Cuál es el rol que nos cabe a los que desde fuera de Irán retransmitimos esos testimonios a través de nuestras redes? ¿Estaremos contribuyendo a proyectar una imagen distorsionada de la realidad? ¿Por qué Moussavi, el candidato supuestamente derrotado, pareciera estar siendo presentado como un demócrata, cuando en realidad es apenas un reformista que no cuestiona el fundamento teocrático del régimen?
No porque muchos crean algo, o quieran hacernos creer en ello, eso se convierte en real. Internet, con todas sus grandes oportunidades, también es un espacio para una construcción masiva y abrupta de realidades ficticias. La diferencia, frente a los dos fundamentalismos anteriores, es que ese poder no está en manos de unos pocos, pero no por ello sus construcciones pueden dejar de ser eso, meras construcciones.
2 comentarios:
Saludos, Enzo.
En un mundo virtual donde abundan los comentarios antojadizos -y hasta injustificados-, las palabras zonzas y el material desechable, es muy grato encontrarse con sitios como éste.
Reconozco que he leido sólo un par de artículos, pero eso me ha bastado para darme cuenta del potencial informativo, crítico y de opinión fundamentada que este sitio tiene.
Si bien no soy un fanático de las nuevas tecnologías (y, por ende, me cuesta entender ciertas lógicas como las de Twitter u otras), me interesa escudriñar en la mente de otros a través de lo que escriben en sus sitios. Es una suerte de "voyerismo profesional".
Gracias por otorgarme/nos el placer de leer un texto sin sobresaltos, aprensiones ortográficas, reiteraciones innecesarias... y todos esos vicios en los que solemos caer. Realmente, es un agrado.
Seguiré pasando por acá para compartir opiniones, intercambiar ideas, etcétera. Por ahora, vaya sólo mi saludo cordial.
Rodrigo Zavala M.
@rOd,
gracias por tus palabras. Un gusto que te hayas dado un tiempo para estar en "mi casa", a la cual siéntete invitado de volver a conversar cuando quieras.
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