4 de mayo de 2009

Mi primer webinar

La semana pasada participé en el webinar que hace unos meses vienen organizando todos los jueves en la mañana Abrecabezas y Ubiqq. Una oportunidad interesante para mostrar lo que hemos hecho, estamos haciendo y haremos en BiblioRedes para promover la inclusión digital desde las bibliotecas públicas de Chile.

Pero en esta entrada no les hablaré de lo que expuse, la que pueden ver en el blog de Abrecabezas, junto con un pequeño video en el que me presento. Me interesa compartir mi primera valoración de un formato novedoso para mí.

En esencia, un webinar es un seminario realizado vía Internet. Como tal, busca reproducir la dinámica de los seminarios presenciales, que independiente del número de asistentes, tienen como objetivo generar un espacio de conversación entre quien expone y quienes asisten. En el caso de este webinar, coordinado por Abrecabezas usando una aplicación desarrollada por Ubiqq para Facebook, la interactividad viene dada por dos elementos: la sala de chat, en la que los asistentes pueden lanzar sus comentarios o preguntas mientras el panelista va realizando su presentación; y, por otro lado, a través de la opción de "pedir la palabra", pudiendo realizar vía video chat una consulta o comentario.


Sí en el mundo offline el seminario se distancia de la conferencia por la cercanía entre expositor y audiencia, en el mundo online la diferencia entre el webinar y la videoconferencia resulta similar. Mí único punto de comparación es con la video conferencia que en septiembre de 2007 realicé en el marco de un curso de la Universidad de Salamanca y la Fundación Germán Sánchez Ruiperez (Peñaranda de Bracamonte, España). En aquella oportunidad (parte de cuya historia pueden leer en esta entrada de Deakialli), la capacidad de interactuar con la audiencia estuvo dada por el saber hacer de mi buen amigo Jose Antonio Merlo y las destrezas del equipo de informática de la Fundación, y no porque la tecnología estuviera diseñada para ello. Mientras, el webinar basa su potencia en ese intercambio directo y no mediado entre quien habla y quien escucha, un escuchar que invita a la acción, al debate.

Es fácil ver las múltiples aplicaciones que este formato tiene, desde su uso como herramienta de bajo costo para el trabajo colaborativo entre equipos separados geográficamente, hasta su uso en plataformas de e-learning, permitiendo generar espacios de encuentro virtual entre alumnos y tutores. O el uso que le están dando en Abrecabezas y Ubiqq: un "lugar" para promover conversaciones en torno a ciertos temas al interior de una red social como Facebook.

Sin duda, el webinar aprovecha para sí algo que le es anterior: el poder y cercanía que la imagen en movimiento entrega por sobre la palabra escrita. Si de conversar se trata, el cara a cara (aunque sean rostros pixelados) aún es más penetrante que la múltiple y ubicua conversación que se da en las plataformas que se centran en la escritura. En un mundo donde lo inmediato reina, el adagio una imagen vale más que mil palabras se reinventa.

Pero el webinar también tiene sus limitaciones, aunque reconozco que algunas no son propias del formato, sino del contexto en que se usa o las competencias de quienes lo usan. ¿Cuáles son?

Una primera observación. La tensión permanente para quien expone entre desarrollar su tema y leer/responder/hacerse cargo de lo que la audiencia está planteando en la sala de chat o de lo que quiera preguntar/comentar a través del video chat. Obliga, literalmente, a controlar de manera simultánea tres frentes. En mi caso, reveló que no soy un sujeto multitarea (y si lo parecí fue por la sagaz colaboración de la moderadora Nicole Forttes). No me atrevo a decir que sea un formato para nativos digitales, pero sí que requiere una práctica que yo no tengo.

En segundo lugar, aunque la aplicación no tiene grandes complejidades técnicas, para su adecuado uso requiere que ciertos puertos de comunicación estén abiertos. Sí, esos puertos que suelen estar bloqueados en las redes corporativas por políticas de seguridad. No tengo claro si abrirlos es sólo un tema de informáticos o es un cambio en las culturas de nuestras organizaciones (dado que en esas mismas redes se bloquea cada vez más el acceso a plataformas como Facebook).

Por último, como casi todo en la web social, requiere de una banda ancha realmente ancha para operar en condiciones normales. Y, como ya sabemos en BiblioRedes, es fácil hablar de inclusión digital desde el centro de Santiago o desde una oficina en Las Condes, pero lo verdaderamente heróico es hacer inclusión digital en la Patagonia o en el Altiplano a 128 kbps.

Si quieren saber como se vió/vivió desde el otro lado de la fibra, recomiendo leer esta entrada de Katina Ferrer.

Raya para la suma: una muy buena experiencia y un formato con grandes posibilidades, cuyo potencial máximo depende de cambios significativos en el contexto.

No hay comentarios: