Pobreza. Una palabra que estoy extrañando en el debate actual sobre la reforma a nuestra ley de propiedad intelectual. ¿Se puede siquiera discutir sobre el derecho de autor y el acceso a la cultura y no mencionar su importancia en el combate a la pobreza?
Equidad. Otra palabra que está sonando poco. Esa es la cancha que cualquier futura norma debiera garantizar. Equidad en el trato para los creadores, por cierto. Pero equidad -sobre todo- para los millones de compatriotas que viven en condición de pobreza, y para los que las bibliotecas, los telecentros, los cibercafés y otros espacios de acceso comunitario a información y conocimiento son su única forma de acceder a los bienes culturales.
Siempre he creído que no hay forma de pensar en un Chile desarrollado, si todos nuestros compatriotas no tienen asegurado un acceso equitativo a la cultura. Esa convicción, que he reforzado en estos ya más de diez años trabajando en la Dibam, se funda en una noción clara del rol que la cultura juega en la calidad de vida de las personas, en su capacidad de soñar con un mejor futuro, en su posibilidad de reconocer su(s) identidad(es) y desde ella(s) proyectarse.
Por ello, cualquier reforma a la ley que haga una defensa a ultranza de los derechos de autor, por sobre los derechos de quienes desean acceder a la cultura, será fuente de inequidad, será fuente de pobreza. En Chile, con su extrema desigualdad en la distribución de la riqueza, la cultura se convertirá en un lujo. Por esa senda, llegará el día en que para leer un libro en una biblioteca pública, habrá que pagar. Para ver una película, habrá que pagar. Para conectarse a Internet, habrá que pagar. Llegará un día en el que para entrar a una biblioteca pública habrá que pagar.
Frente a los que atacan desde sus atalayas y tildan de lumpen digital a los que estamos por una cultura abierta, basada en el crecer compartiendo, yo respondo: sí, yo estoy por un trato justo para todos, pero en especial para aquellos de nosotros que más necesitan de ese acceso para romper con siglos de explotación, con décadas de exclusión, con generaciones viviendo en la pobreza.
Equidad. Otra palabra que está sonando poco. Esa es la cancha que cualquier futura norma debiera garantizar. Equidad en el trato para los creadores, por cierto. Pero equidad -sobre todo- para los millones de compatriotas que viven en condición de pobreza, y para los que las bibliotecas, los telecentros, los cibercafés y otros espacios de acceso comunitario a información y conocimiento son su única forma de acceder a los bienes culturales.
Siempre he creído que no hay forma de pensar en un Chile desarrollado, si todos nuestros compatriotas no tienen asegurado un acceso equitativo a la cultura. Esa convicción, que he reforzado en estos ya más de diez años trabajando en la Dibam, se funda en una noción clara del rol que la cultura juega en la calidad de vida de las personas, en su capacidad de soñar con un mejor futuro, en su posibilidad de reconocer su(s) identidad(es) y desde ella(s) proyectarse.
Por ello, cualquier reforma a la ley que haga una defensa a ultranza de los derechos de autor, por sobre los derechos de quienes desean acceder a la cultura, será fuente de inequidad, será fuente de pobreza. En Chile, con su extrema desigualdad en la distribución de la riqueza, la cultura se convertirá en un lujo. Por esa senda, llegará el día en que para leer un libro en una biblioteca pública, habrá que pagar. Para ver una película, habrá que pagar. Para conectarse a Internet, habrá que pagar. Llegará un día en el que para entrar a una biblioteca pública habrá que pagar.
Frente a los que atacan desde sus atalayas y tildan de lumpen digital a los que estamos por una cultura abierta, basada en el crecer compartiendo, yo respondo: sí, yo estoy por un trato justo para todos, pero en especial para aquellos de nosotros que más necesitan de ese acceso para romper con siglos de explotación, con décadas de exclusión, con generaciones viviendo en la pobreza.
8 comentarios:
Enzo: Excelente reflexión! Lo que diga sobra. Un gran abrazo ... Marco.
Hola Enzo, estoy completamente de acuerdo, la cultura es un patrimonio de cada nación y debe estar disponible para todos con equidad e igualdad de oportunidades para acceder a ella.
PBRAVO
Enzo, nos tomamos la libertad de publicarlo en el blog de Trato Justo Para Todos.
Ya está dicho: excelente reflexión.
@Marco y @PBRAVO, mil gracias.
@paz, un honor.
Hola Enzo,
Exelente perspectiva, que aporta varios elementos nuevos a esta discusión.
Un abrazo.
Hugo Muñoz Baronti
Estimado Enzo : acabo de descubrir este espacio y me parece fantástico, he trabajado a través de una institución pública en los espacios de Biblioredes.- Estoy tan de acuerdo contigo en la reflexión que haces sobre la no exclusión de los que menos tienen (no me gusta la palabra pobre) y sus accesos a la cultura, la conectividad y al mundo de la cultura, esto debe hacerse con dignidad porque es tan fácil caer en creer que es un "favor a los pobres" cuando verdaderamente es una obligación y sólo se cumple, a mi juicio, con hacernos cargo del otro.- Estoy cierta que de este modo y otros, se pueden ir rompiendo los círculos de pobreza de los cuales tanto cuesta salir por nuestros propios juicios sobre los grupos vulnerables.
Me da tanto gusto leerte y reencontrarme contigo.
Por cierto, mi nombre es María Dolores y soy quien te hizo el comentario.-
Un abrazo,
@Hugo,
gracias.
@María Dolores,
un gusto también para mi reencontrarte. Y estás en lo cierto: no es un favor, es una obligación de quienes trabajamos en el sector público asegurar esa equidad. Por eso, no deja de sorprenderme ciertas actitudes y afirmaciones que viniendo desde lo público se abanderan con algunas causas privadas en las que el bien común queda fuera de juego. Y gracias por comentar.
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