Ayer llegué a Brasilia, invitado por el Instituto Brasileño de Información en Ciencia y Tecnología (IBICT, dependiente del Ministerio de Ciencia y Tecnología), para participar en el II Seminario sobre Información en Internet, cuyo tema central este año es "Contenido e Infodiversidad".
El Seminario comienza hoy en la noche, por lo que en la mañana, después del registro, aproveché para recorrer algunos de los hitos de esta ciudad pensada a fines de la década de 1950 y fundada en 1960 para ser la capital de Brasil y sede de su gobierno federal. Lucio Costa fue su urbanista, Oscar Niemeyer su arquitecto y Juscelino Kubitschek el presidente que concretó una idea cuyos orígenes se remontan al siglo XVIII, cuando Brasil era colonia de Portugal.
En estas primeras horas caminando por Brasilia, no he salido del eje monumental que tiene en su cabeza la Plaza de los Tres Poderes y que avanza por la Explanada de los Ministerios, el Complejo Cultural de la República (Museo Nacional y Biblioteca Nacional), y la Catedral de Brasilia. Quizá por ello, por encontrarme en su corazón conceptual, alejado de donde ocurre la vida cotidiana de un domingo de sus habitantes, una primera sensación marca intensamente mi mirada: Brasilia es la ciudad del futuro pasado.
Salvo Las Vegas, también creada en el siglo XX pero por razones muy distintas, nunca antes había estado en una ciudad pensada. Al viajar por distintas urbes del mundo, uno de los fenómenos que me atraen es comprobar como lo viejo y lo nuevo resuelven sus tensiones, o como al no resolverlas impactan en la estética, la ecología y la vida de quienes en ella habitan. En este sentido, Brasilia (o lo que de ella he visto hasta ahora) presenta una homogeneidad rara, a la que el ojo y la mente no siempre están acostumbrados: es una ciudad nueva en forma integral, pero una novedad sobre la que ya pesa y ha pasado el tiempo.
Sus amplios espacios, generosos con los caminantes y los vehículos de manera simultánea; sus edificios públicos, con sus grandes volúmenes de formas geométricas que buscan la perfección estética y funcional; los nombres de las calles y sectores, que utilizan cierta lógica alfanúmerica. Todo en Brasilia es un sueño de futuro, pero un futuro pensado a fines de los años 50 y que buscaba proyectar en el tiempo una imagen soberbia e imponente.
Hoy no podemos dejar de maravillarnos con esa imagen, pero la tierra roja que habla de la aún más soberbia presencia amazónica y el fuerte contraste con otros desarrollos urbanos actuales (o como hoy se piensa y se construye la imagen del futuro en las grandes metrópolis) hacen que Brasilia sea el futuro pasado, que se hace ya más de cuatro décadas se encarnó en los planos de un urbanista y un arquitecto. Un futuro que nace hecho historia, por lo que representa simbólicamente y su manifiesta voluntad de grandeza. O como se titula una exposición que está por estos días montada en el Museo Nacional: Brasilia era y sigue siendo una utopia de modernidad, una idea de modernidad que no tiene lugar y que por momentos en la propia Brasilia tampoco existe.
1 comentario:
Realmente, un inspirado comentario, pletórico de conceptos (se ve al historiador). Ojalá vengan otros de este tipo y no sólo sobre que ya viene, ya llegan las nuevas tecnologías, el acceso, la Web 2,07.0.. y bla bla bla..
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