Fotografía de tina raval con licencia CC:BY
Ayer, El Mercurio publicó un extenso reportaje con el título Nadie sabe cuánto leemos en Chile. Sin duda, es de agradecer que se le dedique un espacio privilegiado a esta discusión, que como ya es notorio en Cadaunadas me interesa por una triple razón: primero, por mi afición personal por la lectura; segundo, por mi labor profesional en la Dibam; y, tercero, por mi convencimiento de que la lectura está en la base de cualquier intento con posibilidades de lograr el desarrollo como país.
No me voy a referir a lo expresado por los entrevistados (pese a que claramente en algunos casos discrepo de lo que afirmaron, en especial cuando Verónica Abud indica que el programa Maletín Literario es “como tirar la plata”), ni a la afirmaciones de Oscar Contardo, autor del reportaje, con algunas de cuyas afirmaciones concuerdo en alto grado (sobre todo cuando indica la necesidad de contar con estudios periódicos que permitan comparar de manera continua la evolución de la lectura en Chile).
Más bien quiero hacer dos breves reflexiones sobre dos "ausencias" del reportaje.
Sin duda, la "ausencia" que más me llamó la atención es que al hablar de la lectura en Chile, reduzca la discusión sólo a la lectura de libros, dejando fuera del análisis -de ahí la ausencia- otras variables. El libro es uno de los principales soportes de la lectura, pero si queremos tener una medición integral en este tema, debemos necesariamente incorporar, por lo menos, a) la lectura de diarios y revistas; y b) la lectura en línea (o en otros soportes, como indica en forma exclusiva mi estimada Marcela Valdés en el reportaje).
La lectura digital está creciendo de manera exponencial, de la mano de un cada vez mayor nivel de acceso a Internet por parte de la población. Buen ejemplo de ello es lo que ocurre en las bibliotecas públicas que cuentan con el programa BiblioRedes: usuarios de comunidades remotas que hasta hace unos años no podían acceder a prensa actualizada, hoy leen en línea los principales diarios de su región y del país. En BiblioRedes estamos iniciando una serie de estudios y mediciones que nos permitirán evidenciar estas lecturas.
Aunque no podamos dar una cifra país (más allá de los datos que manejamos en la Dibam) es posible afirmar que en Chile se lee cada vez más, y que uno de los principales motores de crecimiento de esa curva está en lo digital.
(Por cierto, la lectura digital presenta otros desafíos mayores para las concepciones tradicionales, las que dan para otra entrada: por el momento, gracias a Fernando Juárez, comparto el programa de un interesante debate que se dará en mayo con ocasión de la Feria del Libro de Sevilla).
La otra “ausencia” que encontré en el reportaje tiene que ver con analizar el desigual acceso al libro provocado por la hiperconcentración de librerías en ciertas ciudades de Chile. Lamentablemente, en muchas comunas del país, sólo la biblioteca pública entrega un acceso permanente y abierto a toda la comunidad. La inmensa mayoría de las comunas carecen de librerías, contribuyendo con un círculo vicioso –según la argumentación tradicional- donde el tamaño reducido del mercado impide, junto a otros factores, hacer ediciones de mayor tiraje y abaratar los precios, disminuyendo las barreras de acceso de la población al libro. Una demanda reducida y una oferta concentrada geográficamente. Pensar en una política sostenida de fomento de la lectura requiere, necesariamente, complementar la labor de las bibliotecas (públicas y escolares) con otras acciones que fortalezcan el mercado del libro y un más homogéneo desarrollo de éste a lo largo del territorio (recomiendo revisar este otro artículo publicado ayer en La Tercera, que aborda esta arista del problema).
En resumen, si vamos a hablar de índices de lectura en Chile, no hablemos sólo de libros y bibliotecas. Hablemos también, entre otras cosas, de Internet y librerías. Quizá así logremos responder a la pregunta sobre cuánto se lee en Chile.
1 comentario:
Interesante reflexión que complementa la información del reportaje... te voy a tomar como referente cada vez que se publique algo sobre la lectura en Chile.
Ricardo de Concepción
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