7 de enero de 2010

E-reader, fomento lector y política pública

Imagen: Kali, Avatar of the eBook, de kandinski, con licencia CC:BY-SA

Una de las noticias del día en la web chilena ha sido que finalmente el lector de libros digitales (e-reader) de Amazon, el Kindle, está disponible para ser adquirido en Chile. La noticia generará su revuelo. No en vano, Amazon -que ya había revolucionado el negocio de la venta de libros impresos- es uno de los principales promotores de este nuevo soporte de lectura, lo que asegura que el cambio será profundo y -posiblemente- más rápido de lo que se cree. Y sin duda, mucho mayor de la hasta ahora lenta introducción de los e-reader en nuestro país. Recomiendo el blog de Marco Antonio Coloma, en buena parte dedicado al tema, en especial esta entrada en la que se encuentra una entrevista realizada por TVN a Eduardo Arriagada quien aborda algunas de las ventajas del e-reader.

De las múltiples aristas de esta conversación, hay una que por mis años en bibliotecas públicas me interesa en especial. ¿Es posible incorporar estos dispositivos en las políticas públicas de fomento lector? ¿Es posible pensar en un Maletín Literario digital?

Como algunos de mis pocos pero fieles lectores recordarán, el año 2008 me tocó colaborar desde la Dibam en la gestión del programa Maletín Literario. La mía fue una experiencia vinculada a los aspectos logísticos (asegurar la entrega de maletines a las familias beneficiarias) más que a la dimensión más específica de desarrollo del placer de la lectura en las familias que lo recibieron. No obstante, estando aún pendiente la evaluación del impacto del Programa (que entiendo se realizará este año), mi sensación tras compartir en terreno con muchas familias es que en general el impacto debe haber sido positivo.

Sobre esa premisa, que deberá probar el estudio de impacto, surge en el horizonte inmediato una oportunidad para que el Estado incorpore estos dispositivos entre las acciones de fomento lector que lleva adelante.

Me cuesta imaginar desventajas respecto a soluciones más tradicionales. Quizá la más relevante pueda ser el costo de los dispositivos, cuya amortización en el tiempo -en comparación con los libros impresos- es variable dependiendo del número de libros eléctrónicos que se compren en un período. Pero esa es una desventaja que por los volúmenes en que puede comprar el Estado pudiera minimizarse, e incluso eliminarse. No tengo las cifras, pero sospecho que no debiera ser un problema significativo. La combinación entre número de dispositivos más cantidad de títulos precargados puede permitir ajustar valores y asegurar una eficiente inversión de los recursos públicos.

Sin embargo, las ventajas son múltiples. Varias de ellas pueden, además, promover desde el Estado interesantes procesos de innovación que permitan a la industria editorial chilena prepararse para un mercado del libro en castellano que se hará global.

¿Cuáles son algunas de las ventajas?
  1. Daría acceso de manera temprana a este nuevo soporte de lectura a un segmento de la población que, como ocurre en otros ámbitos, si el Estado no actúa, el mercado no provee soluciones. La sola idea de tener a miles de familias viviendo en condiciones de vulnerabilidad social y desarrollando su placer por la lectura con dispositivos tecnológicos de última generación rompe la foto tradicional de Chile. El e-reader sería, por tanto, vehículo doble: desarrollaría los índices de lectura y apoyaría la inclusión digital de esas familias. Efecto parecido al logrado con la entrega de computadores a los alumnos de mejor rendimiento y menores recursos del sistema público de educación.
  2. Sobre la base de los mismos títulos seleccionados por los jurados del Maletín Literario, las licitaciones podrían asegurar ciertos porcentajes de compra para los títulos de autores nacionales, lo que permitiría a las editoriales locales acelerar las inversiones para convertirse en proveedoras de libros digitales, así como desarrollar la experiencia de producción y venta de un libro digital. Es decir, para responder a una demanda creada por una política pública chilena, podrían "desarrollar el músculo" para responder al mercado global del libro escrito en castellano.
  3. Desde la perspectiva de la familia beneficiaria, podrían seleccionar directamente sus títulos del listado definido por el jurado. Si bien la idea de poner a disposición el catálogo completo de una editorial es técnicamente posible, pareciera que por costos la teoría de la larga cola no es aplicable -por lo menos a primera vista- en este ámbito. Los recursos públicos son finitos, la larga cola es infinita. Pero aún así, daría a la familia mayores opciones, ayudando a su mayor compromiso con la iniciativa, al verse involucrada en la selección de los títulos que podrá leer.
  4. Sobre esa red de dispositivos de lectura digital, es posible promover una industria nacional de contenidos digitales (pagados o gratuitos), que las familias puedan descargar utilizando la conexión inalámbrica. Incluso, es posible pensar que toda la plataforma de servicios web del Estado pudiera ser accesible por esa vía (como lo será la Wikipedia para los que compren el Kindle en Chile). Podría cualquier familia, por ejemplo, descargar la colección completa de libros digitales disponible en Memoria Chilena.
  5. Y, por último, pensando en aquellos usuarios que no tuviesen los recursos para comprar libros digitales que no se pueden encontrar en versiones gratuitas (por ejemplo, las novedades editoriales), las bibliotecas podrían constituirse en puntos de préstamo de libros digitales, con un sistema que transcurrido cierto plazo eliminase el archivo del dispositivo. Esto, que parece complejo de implementar, ya está ocurriendo en bibliotecas públicas norteamericanas.
Sí, parece que pensar en el e-reader como herramienta de fomento lector no sólo es posible, si no necesario. Faltan números, faltan evaluaciones, pero creo que puede ser un ejercicio revelador.

12 comentarios:

Gonzalo dijo...

El camino que viene, gran post. Gracias Enzo.

Eduardo Arriagada dijo...

Enzo: Soy un promotor del uso de los espacios sociales que nos entrega el internet 2.0. Dentro de esos espacios más abiertos y baratos creo que tiene un rol importante el nuevo aparato universal por el cual la industria competirá. Tendremos los lectores como el Kindle/Reader, las tabletas, los netbooks y los smartbooks.
Al final tendremos una pantalla de tamaño entre PC y celular donde podremos tener experiencias similares a las que podemos tener con los medios tradicionales. En el caso de la radio y la TV el simple PC ya nos daba una experiencia casi idéntica a los medios audiovisuales por ondas. En el caso de los productos impresos (libros, diarios y revistas) serán estos nuevos aparatos los que nos permitirán obtener de la más barata versión digital una experiencia equivalente a la de lo impreso.
En el caso de los lectores llevo usándolo por casi un año y es un muy buen soporte d la lectura. El único problema complicado para la industria es el rol que tendrán las librerías. En el resto creo que, cómo dices, hay grandes oportunidades en el canino que se abre.
Otra columna fomentándo el tema: http://comunicate.diarioeldia.cl/?p=193

lnds dijo...

Estimado Enzo,
una de las aplicaciones del OLPC, en el famoso Plan Ceibal de Uruguay es justamente esta:

Uno de los datos más destacados es que las computadoras del Plan Ceibal llegan a los hogares que tienen más de cien libros como a aquellos que tienen menos de diez libros. Pérez destacó que “también las laptops permiten acercar nueva información a los niños”, lo que incluye “fuentes bibliográficas”.

Las laptops del Plan Ceibal cuentan ya con varios títulos de literatura que los niños consultan. A su vez, el acceso que les permite Internet a fuentes de información, así como a fuentes bibliográficas, abre nuevas posibilidades a padres y maestros.

Mas antecedentes:
http://ucpn.cl/2009/12/27/evaluacion-educativa-y-social-del-plan-ceibal/

Quizás una de las cosas que "los viejos" no se han dado cuenta es que está es la nueva realidad:

http://eduardoe.tumblr.com/post/319579194/xrq-freakyfly-silabario-2-0-thebekade

Saludos.

jisa dijo...

La presencia de los e-book y del e-reader es ya algo ineludible, y evadir el debate o la reflexión al respecto no es más que una palmaria muestra de torpeza. Este posteo, oportuno como suelen serlo las cavilaciones de personas como Enzo, o Marco Antonio Coloma (bautizado por mí como el gurú chileno el e-book), son sanas oposiciones a esa torpeza.

No podemos eludir este debate especialmente cuando -más allá de dispositivos específicos como el Kindle, el Nook u otros lleguen a Chile o al vecindario- en Chile hay una sobrepoblación de dispositivos afines, que podrían hacer las veces del Kindle sin problemas, me refiero a los celulares. Eso si tomamos en cuenta el aspecto móvil del asunto, porque ya los computadores de escritorio, los notebooks y netbooks (estos dos últimos también "portables", mas no con la brevedad cómoda de un celular) también son dispositivos aptos para lectura digital.

Como se ha señalado (y como se lo oí a Marco Antonio Coloma), el desafío es ver cómo se adaptan los modelos de negocio, y en específico las librerías. Pero a la vez será muy interesante ver cómo se adaptan las bibliotecas nacionales.

Y todo esto se une a los deudas grandes que tiene Chile en materia digital, y en la investigación y desarrollo en el ámbito de las llamadas TIC's. Un fomento al desarrollo del libro digital sería una excelente veta a explotar, e ir poniéndonos más a la par de los países que tienen políticas de desarrollo digital más avanzadas que la nuestra. Tomando en cuenta lo que plantea Enzo, las bibliotecas (si incorporan sistemas de préstamo o acceso a e-books) se potenciarían de modo sustantivo, pues aportarían un doble beneficio social, acortarían aún más la brecha cultural, y al mismo tiempo la digital.

Volviendo en específico al e-reader, la insularidad de nuestro país ha retardado el arrivo de esta nueva forma de leer, de esta salto digital de la industria editorial. Pero, más allá de que llegaremos tarde a la cena, bien viene que empecemos desde ya a abrirnos el apetito.

Sergio Rodríguez Q. dijo...

Una política pública de entregas de dispositivos de lectura electrónica, que debiera ir unida a la capacitación en uso a las familias beneficiarias (tipo Biblioredes), sería una medida acertada, permitiría estrechar brechas tecnológicas, como tradicionalmente lo hacen los países subdesarrollados, es decir, saltarse el desarrollo tecnológico (no por mero gusto, si no que como constatación de nuestra condición) y aplicarlo cuando ya esta en uso en otras latitudes.

Espero que la llegada de este dispositivo a nuestro país y su posible aplicación en políticas públicas, como muy bien plantea Enzo, sea de la mano de un marco legal que permita no solo el acceso a los contenidos de la industria internacional del libro, si no que incentive la inclusión de editores locales, permitiendo el acceso de los lectores a contenidos no solo de quienes compiten en el “gran” mercado, si no que también a productores que aportan a la diversidad, sentido de pertenencia e identidad local a pequeña escala y que finalmente se ven marginados de estos procesos.

Interesante de ver será la reestructuración de las filiales en Chile de las transnacionales del libro y como pasan de la venta de tinta y papel a la comercialización exclusiva de contenidos, que en un 90% no son de ellos y no se requerirían como intermediarios para su distribución en el país, al menos en lo que se refiere al formato electrónico.

Unknown dijo...

La Fundación Germán Sánchez Ruipérez, está desarrollando una investigación en esta línea, por medio de la implementación del proyecto Territorio E-Book -servicio de préstamo de estos dispositivos desde las bibliotecas-, buscará comprender las interacciones de lectores de diferentes edades con este soporte y la experiencia lectora involucrada. Les envío el link: http://www.fundaciongsr.es/pop_pup38.htm

@micronauta dijo...

Se observa un camino interesante, del cual el Kindle es algo así como el Mac 128 de 1984. Ya hay aparatos OEM, capaces de ejecutar un sistema operativo gratuito, con mejor pantalla y que tendrán un precio de venta menor que el Kindle para usuarios finales.

En cualquier caso, quizás lo más interesante del Kindle es que muestra como Amazon apuesta por regalar conectividad gratuita a cambio de atención. Esa notable característica de dicho aparato arroja una interesante luz sobre la precaria capacidad que han tenido las empresas de comunicaciones móviles en ofrecer su infraestructura para uso gratuito en proyectos sociales, allí hay mucho por hacer.

Eduardo, qué tiene que ver esto con la "web 2.0"? Y por qué hay un problema para las librerías? Al contrario, Amazon es la librería más grande del mundo y el Kindle es su nuevo mostrador. Lo interesante entonces puede ser contraponer a la nueva librería la posibilidad de una nueva biblioteca.

Es perfectamente posible un aparato parecido al Kindle, provisto por el Estado y poblado con contenidos públicos o licenciados para fines educativos y tal. Saldría probablemente mucho más barato que seguir implementando bibliotecas físicas, sería más rápido y verde, y además tendría potencialidades adicionales. Y la conectividad gratuita? Es lo menos que las telco podrían devolver al Estado, dado que en Chile lo que pagan por el espectro que usan es irrisorio.

Enzo Abbagliati Boïls dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Enzo Abbagliati Boïls dijo...

Gracias a tod@s por comentar.

Respecto al tema de las librerías y bibliotecas y la necesidad de reinventarse, es difícil predecir qué pasará y cuál es la mejor alternativa. Mi opinión es que (por lo menos en el caso de las bibliotecas) jugarán un rol como espacio de encuentro y conexión entre personas. Si la lectura digital (como todo lo digital) es ante todo una experiencia, esa experiencia siempre será más rica si en algún momento me puedo encontrar con aquell@s que hayan leído los mismo libros digitales que yo. Ahí, la biblioteca emerge como un puente, por lo que la imagen de una biblioteca del futuro podría ser bien distinta a la actual. No coincido con @micronauta: quizá no se requieran estanterías, quizá cambie la forma de ocupar y usar los espacios, pero la biblioteca física tiene funcionalidades (algunas que ya hoy desarrolla) que son independientes del soporte de la lectura.

El caso de las librerías puede ser más complejo. ¿Correrán la misma suerte que las tiendas de venta de música? Si la biblioteca me ofrece sin costo la posibilidad de encontrarme con otras personas a conversar sobre los libros digitales que leí, ¿qué me podría entregar la librería? Este escenario no cambiará en el corto plazo y seguirán vendiendo libros impresos, pero si Amazon o cualquier tienda virtual me ofrece un catálogo que ninguna librería física puede tener (por restricciones de espacio físico), ¿a qué iré a una librería? Sería interesante leer a Marco Antonio Coloma.

Quizá lo más razonable es desarrollar capacidad de seguimiento del usuari@. El lector es cada vez más mutante y quien quiera saber para dónde se mueve (editores, libreros, bibliotecarios, el Estado con sus políticas de fomento lector) deberá asumir que siempre estará un paso por detrás. En cierto grado, estamos a punto de iniciar la dictadura del lector digital: lee cuando quiere, como quiere, donde quiere y, lo más importante, en la inmensidad de la web, lee lo que quiere. Por cierto, es una dictadura basada en una democracia casi perfecta. Un oxímoron andante.

uvejota dijo...

Querido Enzo
Para mi, no sólo es posible, sino necesario. Sin embargo, veo, al igual que algunos de los que que ya han comentado, tres obstáculos que se tendrán que resolver a la larga (corta), porque al final de cuentas no son obstáculos, sino asuntos a los que nos tendremos que adaptar:

1. Desde luego el precio de los dispositivos. Si bien es cierto que 2009 marcó una pauta en materia de e-reader y esta se consolidará durante 2010 con más dispositivos en el mercado, con lo que por ende estaremos viendo que los dispositivos se irán haciendo cada vez "más baratos". Nuestras bibliotecas, al menos en el caso de México siguen con problemas presupuestales, con material obsoleto y creo que aún no han encontrado la manera de utilizar correctamente el presupuesto de cada año en materia de bibliotecas y fomento lector.
2. El punto anterior me lleva inmediatamente a este segundo: la confianza que las autoridades depositen en estos dispositivos. Al igual que en Chile, en México los dispositivos están entrando lentamente y se escuchan todavía muchos comentarios que tienen que ver con que los usuarios se rehusan a utilizar medios distintos a los tradiciones, con el pretexto ya bien conocido de "no es lo mismo leer en papel y disfrutar del olor del libro." Así que habrá que estar en plan de lucha con las autoridades para que vean las posibilidades y oportunidades que tú bien mencionas en este post. Sin embargo, no me parece tan imposible convencer a las autoridades, especialmente porque ya se cuenta con algunos ejemplos interesantes, como es el caso de algunas bibliotecas españolas y estadounidenses.
3. El tema de la propiedad intelectual y el papel de las librerías y editoriales; aquí no me queda duda que, conforme aumente la demanda, librerías y editoriales tendrán que entrar al juego, un ejemplo que en México me ha dado mucho gusto encontrar es el de la cadena de librerías Gandhi, que recientemente incluyó en su página web una sección dedicada a la venta de libros digitales para ser descargados en el Sony Reader, también tienen algunos títulos de prueba. http://uvejota.com/articles/197/finalmente-librerias-gandhi-en-el-mercado-del-e-book

Entonces, los responsables de políticas lectoras y bibliotecarias, así como aquellos que estamos detrás una biblioteca, no podemos dejar pasar la oportunidad que el e-reader nos está ofreciendo tanto en materia de fomento lector, como de hacer llegar a todos las tecnologías que todavía tan pocos conocen.

Yo espero que las próximas intervenciones en los blogs, muestren un panorama donde encontremos sistemas bibliotecarios cada vez más interesados en este tema.

Saludos

Unknown dijo...

Si el asunto central es el vínculo entre políticas públicas de promoción de la lectura y uso de tecnologías, creo que es apresurado poner sobre la mesa a los dispositivos electrónicos de lectura.

Primero, porque son aún aparatos torpes comparados con smartphones y netbooks. Reconozco, sin embargo, que en su torpeza tienen la seducción suficiente para ser el objeto de deseo de quienes quieren estar informados, leer antes que nadie las novedades, llevar su biblioteca a cuestas, en fin, un grupo de personas con una cierta fascinación por la tecnología y la lectura y entre las cuales no parece prioridad fomentar un hábito que ya tienen. Habría que esperar entonces que los dispositivos tal y como los conocemos decanten más en su tendencia a la integración. Probablemente, un iPhone será mucho más seductor para un no lector, tal y como debiera serlo una biblioteca moderna: no sólo un lugar para ir a leer.

Segundo, porque también hay que esperar que decante la batalla por el posicionamiento global. Detrás de todo el universo conocido de e-readers están los intereses de megacorporaciones que buscan lucrar y que cada vez son más grandes y gravitantes. De hecho, haríamos mejor con favorecer la dispersión. La excesiva concentración en este ámbito podría traernos en el futuro noticias muy ingratas. Estamos hablando de cultura. Recuerden que Google, siguiendo sus propios intereses como corporación, no tiene problemas para censurar contenido (estoy pensando en el caso de China), y que Amazon tampoco tuvo problemas para borrar de los Kindle en uso un libro para el cual, según descubrió, no tenía derechos de comercialización (el caso Orwell).

En el ámbito de la promoción de la lectura y el uso de tecnologías, entonces, hablar de dispositivos ahora es adelantarse demasiado (aunque las ideas que se adelantan a su tiempo suelen ser las revolucionarias). Creo que sí es el momento para reflexionar sobre la oferta de contenido.

Memoria Chilena es un caso interesante para analizar la relación entre libro digital y libro digitalizado, diferencia que según lo visto más arriba no siempre es bien percibida. Lo que conocemos como digitalización a la manera de Memoria Chilena (Google, por ejemplo, tiene otra noción y otra técnica) es el simple escaneo de volúmenes en dominio público o de libros para los cuales han conseguido autorización. Lo que hay son imágenes, no textos, ni menos metadatos. En el caso de libros del patrimonio literario chileno en dominio público están, regularmente, digitalizadas las primeras ediciones. Muchas de las cuales acusan no sólo el maltrato del libro por el tiempo, sino también el hecho de que fueron escritas en un castellano en desuso. Son esos archivos, pesadísimos además, los que tenemos disponibles. Necesitamos archivos livianos, en formatos que supongan la fluidez del texto en los dispositivos electrónicos de lectura, y que, por cierto, estén bien editados. Necesitamos libros digitales.

Algunos otros apuntes, sin desarrollo:

- He leído sobre el uso de e-readers cargados con los libros de textos en salas de clases en Estados Unidos. Los alumnos parecen, por ahora, preferir los libros en papel.

- Sí, las bibliotecas podrían prestar libros digitales. Ya hay varias experiencias en este sentido. Comparto la necesidad de la implementación en modo beta.

- ¿A qué iremos a una librería? A comprar libros en papel. Si queremos o preferimos libros digitales no tendremos necesidad de movernos. Las librerías la tienen difícil, pero no es el apocalipsis.

- Los nuevos soportes amplían el horizonte de lectores y de formas de leer. Los lectores irán y volverán de un soporte a otro, habrá un reacomodo en el universo de prácticas de lectura.

Anónimo dijo...

Coincido que mas que pensar en kindle u otros sistemas propietarios, se debe pensar en el concepto generico de e-books para ser visto en multiples formatos abiertos. Especialmente en PCs que son los mas populares. Los celulares de pantalla grande aun son escasos pero no se deben descartar en el futuro.

La idea es que las nuevas DIBAM sean centros digitales de informacion para almacenamiento y distribucion de contenidos.