15 de diciembre de 2008

A Javier Marías, desde una taberna periférica

Estimado Sr. Javier Marías,

lo más seguro es que usted nunca conozca esta carta, que le escribo después de leer (gracias a eCuaderno) su columna de ayer en El País.

Y digo que nunca la conocerá, porque en el desconectado mundo en el que usted se ufana de vivir, el centro y la periferia son eso: uno, el lugar desde el cual se dicta cátedra, un Madrid (que para estos efectos podría ser Washington, Londres o Berlín) que pese a la crisis es parte del primer mundo, parte del centro; y el otro, un arrabal de esa red de poderes que define lo que es norte y lo que es sur, lo que queda intramuros y lo que está extramuros. Y ya sabemos que en ese desconectado mundo, las fronteras entre quienes definen lo que las cosas son y los que aceptan esas definiciones son claras, normativas y con un infalible sentido de autoridad.

Ya habrá descubierto que le escribo desde una taberna periférica, desde una tierra que podría saciar su extravagancia exagerada, pero también responderle que no todo (en realidad, bastante poco) de esta otra comarca para usted más extraña, el mundo de los blogs, es una región ocultamente furibunda.

Si usted tuviese a bien darse algo de tiempo podría, como yo, sindicar (palabra que puede le guste por su evidente anglofilia), digo, sindicar en algún lugar de la red varias decenas de blogs, todos con contenidos originales, reflexiones interesantes y comentarios aún mas enriquecedores. De esa manera, quizá entendería que en esta parte de la Web no todo son ataques anónimos, lapidaciones amparadas en nicks. No, Sr. Marías, mas bien lo contrario: la blogosfera es un espacio para la mejor conversación, para el fértil intercambio de ideas. Aunque no puedo negarle que en este mundo también abundan los verdaderos ignorantes, que no son aquellos que enarbolan su analfabetismo sino los que hacen de su falta de respeto y tolerancia por el otro su bandera. Eso sí, coincidirá usted conmigo que ese no es un mal propio ni surgido en la Web, siendo ésta apenas un reflejo de lo que ocurre fuera de ella.

Ese es uno de los puntos que más me extraña de su columna. En sus palabras surge, sin mayores pudores, un lugar común que no por reiterado deja de ser falso: si en la Web hay regiones ocultamente furibundas, es porque quienes así escriben, se expresan de la misma manera en las conocidas tierras del mundo analógico. O les gustaría. Cuando la cobardía en la dimensión de los átomos, se convierte en falsa gallardía en la dimensión de los bits, eso no habla de la Web, ni de los blogs, ni de ninguna recóndita región del mundo digital: habla de personas que malviven y malpiensan aquì y en la quebrada del ají, si me permite usted usar una expresión de mi propia periferia.

Insisto: a estas alturas, parece y es majadero no querer reconocer que la Web es espejo del mundo, de los que en él habitan, de lo que en él ocurre. Un espejo que por sus particularidades facilita y amplifica lo peor del mundo; pero que también potencia y promueve lo mejor de nosotros.

Y es esa oportunidad que entrega la Web, la que yo creo más le molesta. Que las distancias se acorten, que todos podamos contribuir a esa "enciclopedia de vastedad incomparable", pero que de tan abierta haga que a usted le genere tanto malestar la "calidad muy dudosa y variable" de lo que en ella se puede encontrar. Pero es esa oportunidad, para los que vivimos en la periferia, la que hace de la Web un espacio de cambio profundo en las relaciones de poder en el mundo.

No caeré en endebles panegíricos de las cualidades democráticas de una red de computadores interconectados. Finalmente, alguién sigue teniendo el poder de apagar la luz, alguien tiene la posibilidad de desconectarnos, de controlarnos. Pero cuando la topología de esa red tiende a ser distribuida, sin centros ni periferias, donde todos los nodos pueden llegar a ser igual de importantes, es tiempo de reconocer que hay ciertos púlpitos que pierden feligreses, porque estos empiezan a comprender que las verdades reveladas no existen, o si existen ellos son protagonistas en su "revelación".

Sr. Marías, bien sé que se refería a la blogsfera española, pero por extensión me he sentido aludido, ya que en este mundo de la Web las fronteras de los estados nacionales revelan lo que son: entelequías. No he podido, por ello, dejar de responderle, supongo que de la misma manera que el trabajador de una imprenta hubiera hecho a fines del siglo XV ante la diatriba de algún monje que veía como se escapaba de las manos su poder. El resto, como usted ya sabe, es historia.

Se despide atentamente,
un Cadaunante.

3 comentarios:

Mario Abbagliati dijo...

Se entiende que esas sean sus opiniones acerca de internet si lee y publica en el diario El País. Es lo que tiene la desinformación y el sectarismo, mantiene contenta a la tribu en la caverna.

Nuevamente la paradoja, el progre que en realidad es un retrógrado. En fin, que se lo siga pasando bien con su Olympia de segunda mano.

Anónimo dijo...

un post a pro...
Cuando alguien lea esto, dentro de unos años, utilizando un simulador de la vieja Internet. Y se avergüence de nuestros miedos, y especialmente de la tecnología utilizada para difundirlos. El día que el verdadero reto sea desaparecer, y perder la identidad virtual. Alguien nos recordará, con el mismo cariño, con el que nosotros miramos las fotos amarillentas, de los desconocidos que nos engendraron. Y pensará que somos los nietos de las enfermedades amables. Y los padres de la precariedad tecnológica. La noche que los ladrones de ojos se conviertan en los nuevos camellos de la biometría....
http://www.zonalibre.org/blog/enfant/

Samuel Leal dijo...

Enzo, tengo el consuelo al menos, de conocer a más de un par de personas más mayores de Javier Marias y que tienen con los nuevos medios una relación más armónica. Creo que la clave del alegato del autor está al final de tu post, lo del moje que ve escapar su poder.

saludos