Imagen: 991, de .mat, con licencia CC: BY-NC-SA
Mientras miles de funcionarios públicos se manifestaban ayer en la superficie de Santiago, reclamando por la más que justa mejora salarial planteada por la ANEF, yo me encontraba en un cuadrante cercano del subsuelo de la ciudad, en el lanzamiento de Chile Clic, el nuevo portal que busca promover una más fácil y rápida interacción entre los ciudadanos y el gobierno electrónico. Gráficamente: dimensiones paralelas de la realidad de nuestro Estado, que se requieren la una de la otra, pero que no se comunican como debieran.
Algo raro estaba pasando. El dueño de casa, el Ministro de Economía, enfatizaba conceptos como eficiencia en el servicio a la comunidad, un Estado con mayor capacidad de respuesta y nos invitaba a los presentes -en general, personas de perfil más técnico que político- a liderar y ser proactivos en la instalación de la modernización de nuestros servicios, pero en la superficie servidores públicos estaban pidiendo una mayor dignidad en la retribución más básica por su labor hacia la comunidad: su sueldo.
Cuando uno habla con personas que no trabajan en el Estado, es normal encontrar en ellas una imagen muy marcada de los funcionarios públicos como trabajadores poco eficientes y que viven a expensas de los impuestos. El mismo concepto de funcionario público es casi una metáfora de la holgazanería. Obviamente, esto es un cliché, pero no por ello deja de ser cierto que -como en todo ámbito laboral- hay personas que le hacen honor a esa imagen.
Es necesario instalar con fuerza el debate respecto al fundamental aporte que quienes trabajamos en el sector público realizamos al desarrollo de Chile. Me refiero a las personas, no a esa entelequia que es "el Estado" como un cuerpo. Pero para esa discusión, es necesario avanzar en un nuevo trato entre el Estado y sus trabajadores, un nuevo trato que significa abrir la conversación más allá de lo salarial, y hacerse cargo de que así como se moderniza el Estado chileno en su relación con la ciudadanía, debe también "modernizarse" en su relación con quienes trabajamos en algún lugar de su vasta estructura.
Modernización. Una palabra grande. Se ha avanzado mucho, pero son grandes aún los atrasos. En nuestro Estado, junto a notables casos como Chile Clic (mis felicitaciones al equipo detrás de la iniciativa), subsisten espacios, verdaderos hoyos negros, en los que miles de funcionarios literalmente pierden muchas horas de trabajo, dedicadas a procesos del todo inútiles.
Un sólo ejemplo a partir de mi experiencia. En estos diez años trabajando en la Dibam, he debido pasar en dos oportunidades por el examen de salud requerido para ser contratado por el Estado. En diez años, el trámite no ha cambiado un ápice. Uno va al consultorio y después de una espera de más de una hora y media, le asignan una "hora" para ser atendido un par de semanas después. Regresa al cabo de las dos semanas, un médico le hace algunas preguntas básicas y lo ausculta con el estetoscopio, y con estos mínimos antecedentes certifica que se tiene salud apropiada para el cargo que va a desempeñar. Dos funcionarios del sistema de salud me dedicaron a mí parte de su valioso tiempo, que sería mil veces más útil si se lo dedicaran a un paciente, para emitir un certificado que sólo tiene un recóndito valor administrativo y que, para mayor sin sentido, tampoco me sirve para saber si estoy enfermo o sano. Y no tengo dudas: esos dos funcionarios también se sentirían más útiles.
Ejemplos como este hay miles y atraviesan transversalmente el cotidiano quehacer de quienes estamos en el Estado. Entonces, si estamos hablando de modernización, partamos no sólo reconociendo la necesidad de mejores sueldos, sino eliminando esos innumerables procedimientos que no aportan valor a la única cadena que importa: la que nos permite entregar el mejor servicio posible a las personas que atendemos.
Cuando la ciudadanía nos vea y nos sienta cada vez más a su lado, dándole respuestas, y no "escondidos" tras procesos administrativos anticuados, engorrosos y vacios de sentido, la modernización de la gestión pública estará dando un salto cualitativo. Y, de paso, las dimensiones de nuestro Estado dejarán de ser tan parelelas.
Algo raro estaba pasando. El dueño de casa, el Ministro de Economía, enfatizaba conceptos como eficiencia en el servicio a la comunidad, un Estado con mayor capacidad de respuesta y nos invitaba a los presentes -en general, personas de perfil más técnico que político- a liderar y ser proactivos en la instalación de la modernización de nuestros servicios, pero en la superficie servidores públicos estaban pidiendo una mayor dignidad en la retribución más básica por su labor hacia la comunidad: su sueldo.
Cuando uno habla con personas que no trabajan en el Estado, es normal encontrar en ellas una imagen muy marcada de los funcionarios públicos como trabajadores poco eficientes y que viven a expensas de los impuestos. El mismo concepto de funcionario público es casi una metáfora de la holgazanería. Obviamente, esto es un cliché, pero no por ello deja de ser cierto que -como en todo ámbito laboral- hay personas que le hacen honor a esa imagen.
Es necesario instalar con fuerza el debate respecto al fundamental aporte que quienes trabajamos en el sector público realizamos al desarrollo de Chile. Me refiero a las personas, no a esa entelequia que es "el Estado" como un cuerpo. Pero para esa discusión, es necesario avanzar en un nuevo trato entre el Estado y sus trabajadores, un nuevo trato que significa abrir la conversación más allá de lo salarial, y hacerse cargo de que así como se moderniza el Estado chileno en su relación con la ciudadanía, debe también "modernizarse" en su relación con quienes trabajamos en algún lugar de su vasta estructura.
Modernización. Una palabra grande. Se ha avanzado mucho, pero son grandes aún los atrasos. En nuestro Estado, junto a notables casos como Chile Clic (mis felicitaciones al equipo detrás de la iniciativa), subsisten espacios, verdaderos hoyos negros, en los que miles de funcionarios literalmente pierden muchas horas de trabajo, dedicadas a procesos del todo inútiles.
Un sólo ejemplo a partir de mi experiencia. En estos diez años trabajando en la Dibam, he debido pasar en dos oportunidades por el examen de salud requerido para ser contratado por el Estado. En diez años, el trámite no ha cambiado un ápice. Uno va al consultorio y después de una espera de más de una hora y media, le asignan una "hora" para ser atendido un par de semanas después. Regresa al cabo de las dos semanas, un médico le hace algunas preguntas básicas y lo ausculta con el estetoscopio, y con estos mínimos antecedentes certifica que se tiene salud apropiada para el cargo que va a desempeñar. Dos funcionarios del sistema de salud me dedicaron a mí parte de su valioso tiempo, que sería mil veces más útil si se lo dedicaran a un paciente, para emitir un certificado que sólo tiene un recóndito valor administrativo y que, para mayor sin sentido, tampoco me sirve para saber si estoy enfermo o sano. Y no tengo dudas: esos dos funcionarios también se sentirían más útiles.
Ejemplos como este hay miles y atraviesan transversalmente el cotidiano quehacer de quienes estamos en el Estado. Entonces, si estamos hablando de modernización, partamos no sólo reconociendo la necesidad de mejores sueldos, sino eliminando esos innumerables procedimientos que no aportan valor a la única cadena que importa: la que nos permite entregar el mejor servicio posible a las personas que atendemos.
Cuando la ciudadanía nos vea y nos sienta cada vez más a su lado, dándole respuestas, y no "escondidos" tras procesos administrativos anticuados, engorrosos y vacios de sentido, la modernización de la gestión pública estará dando un salto cualitativo. Y, de paso, las dimensiones de nuestro Estado dejarán de ser tan parelelas.
12 comentarios:
Modernización, ¿qué quiere decir esa palabra, a qué alude?
Planteo una interrogante. Cuando Estados Unidos tenía el PIB de Chile al día de hoy, ¿cual era el tamaño de su estado?
Les recomiendo esta conferencia:
Why Productivity Varies Around the World
http://www.newmedia.ufm.edu/gsm/index.php?title=Why_Productivity_Varies_Around_the_World
@Mario, como dije en la entrada, por modernización me refería a la eliminación de todos aquellos procedimientos que no tienen sentido ni entregan valor al objetivo esencial del Estado: atender a los ciudadanos.
Buena pregunta, supongo que el video entrega algunas claves, pero desde ya me parece una reducción exagerada opinar que el tamaño del Estado fue "la" condición básica que explica el desarrollo de Estados Unidos (que es lo que leo entre líneas en tu pregunta).
No creo que haya sido "la condición básica", pero si un factor no pequeño.
¿Qué ocurriría si para hacer más eficiente la labor del estado hubiese que despedir a funcionarios? Esa si que se me antoja tarea dificil, aquí y en la quebra' del ají.
Querido Enzo, el estado, modernización, entelequia, cuidadanía, nuevo trato, quién entiende este REAL lenguaje, si desde la administración pública la inmediatez va antes que la teoría? no se trata de pensar el pensar, solo que esta no-comunicación entre "Ciudadanos y Estado" responde a una permanente, observo, falta de analisis teórico y práctico. Podríamos analizar la repetición y diferencia que instalan Deleuze y Guattari en la discución sobre el estado frances por ej, aprenderíamos harto de esas lecturas.
(saludos desde Madrid, PC)
De manera que como las uvas están altas, están agrias. ¿Qué tiene que ver el número de funcionarios con la eficiencia del Estado (en su dimensión de atención al ciudadano)? Y por otro lado, ¿cómo se relaciona esta dimensión del Estado con aquella cuya función es canalizar, asegurar, potenciar y llegado el caso, defender, las hegemonías múltiples que operan sobre la mayoría de las personas?
@Mario, ¿por qué la eficiencia pasa necesariamente por despedir funcionarios? En mi experiencia en estos 10 años, puedo afirmar que en muchos casos en el Estado chileno se realizan muchas funciones con menos personas de las que se requieren, con sueldos muy por debajo de lo que paga el sector privado por esas mismas responsabilidades y con personal que no necesariamente ha recibido la necesaria capacitación o ha desarrollado sus competencias de la manera adecuada. Partir la conversa sobre la eficiencia del Estado desde la afirmación de que se deben despedir personas es tener como punto de partida un principio ideológico y no empírico: el Estado siempre debe limitarse a su más mínima expresión.
@PC, sí, cuando el día a día te consume, cuando estás sometido a criterios que no necesariamente están vinculados al escenario ideal de tener a favor todas las condiciones para hacer un trabajo óptimo (y sí al tener que evitar dejar flancos abiertos que puedan ser utilizados en la disputa política), concuerdo contigo que para aquellos que estamos en posiciones intermedias de la jerarquía, la profundidad de la reflexión no es la que debiera. Por eso, en mi entrada hablé desde la experiencia, y de ejemplos concretos que me ha tocado vivir en estos años. Y gracias por recomendar las lecturas: las googlearé para ver que sale. ¿Alguna recomendación en especial?
@Colodión, mi respuesta a mi liberal hermano concuerda con tu primera pregunta. En la segunda, me perdí con eso de las "hegemonías múltiples". ¿A qué te refieres?
@Enzo,
La existencia del estado es un principio ideológico. Lo terrible es que basado en un error intelectual, en una imposibilidad científica. Todo ello bien regado de coacción institucional.
@Colidión,
Entiendo que si el estado está para algo, es para defender los derechos de las personas. Me pierdo en eso de canalizar y potenciar. ¿Puedes explicarte?
Ciertamente, el estado tiene un componente ideológico, pero no siempre ha sido el mismo. En rigor, hoy hablamos de Estado asociándolo a Nación (fenómeno que sólo existe desde fines del siglo XVIII e inicios del XIX). Luego, dicho Estado (sea el español, el Norteamericano o el chileno, por ejemplificar) no es independiente de las relaciones de poder y de hegemonías de unos sobre otros, en distintos planos discursivos.
Desde esta perspectiva "Si el estado está para algo, es para defender los derechos de las personas" resulta un fetichismo (largamente extendido, por cierto), que presupone que del Estado participamos todos en iguales condiciones. Pero somos desiguales de múltiples maneras (no sólo económicas) y en esas desigualdades opera el Estado, como un regulador en términos de sostener esas desigualdades (no para reducirlas, que es el fetichismo) en función de que los que son más iguales que otros sigan siéndolo (o si lo prefieres, que unos sotengan su hegemonía sobre otros). Salvo situaciones de extremo descontento social (donde el Estado operará como represor del descontento), éste ordena (o impone orden) de maneras más bien sutiles y sofisticadas, donde entran los discursos ideológicos, los modos de vida y de consumo impuestos, cierta idea de comunidad (“reconciliada”, por ejemplo) y la idea de que "Si el estado está para algo, es para defender los derechos de las personas". Por cierto, cuando hablo de fetichismo, no me refiero a un espejismo, sino a algo que se expresa dentro de un marco determinado de relaciones de poder. Pero, ¿que pasa cuando dichas relaciones de poder se quiebran?
Y para no irme del tema de Enzo, que es la "modernización". Si algo hoy la caracteriza (en todos los ámbitos, no sólo en la administración pública) es que se presenta como si fuera independiente de las relaciones de poder. Como equivalente a progreso o a civilización, o sea, como una operación políticamente neutra, aséptica, reducible a desarrollo económico o a progreso productivo.
¿estamos?
@Mario, desde el surgimiento de los primeros grupos humanos, allá en la prehistoria, nos hemos dado como grupos, colectivos y sociedades esquemas de organización y autogobierno. Coincido con @Colodión, que esos esquemas siempre obedecen a relaciones de poder, y que en tal sentido definen quien gobierna y quienes son gobernados. Pero no conozco (y puedo estar pecando de ignorante) ningún ejemplo relevante en el que sociedades hayan carecido de una forma de gobierno, por muy primitiva y/o básica que ésta haya sido. El Estado, tal como lo entendemos hoy, es sólo su manifestación más actual, quizá la más compleja, pero finalmente una expresión más. Uno podría trazar una línea genealógica desde esos grupos que en la prehistoria escogieron al jefe de la tribu (y al lado al chamán que explicaba lo que el jefe no podía) hasta el Estado moderno como forma de gobierno.
Sí, la existencia del Estado es un principio ideológico. Pero la necesidad de contar con formas de gobierno es una experiencia histórica, definida, puesta a prueba, tensionada y confirmada una y otra vez. No veo por donde, si haces esta lectura, pueda hablarse de un error intelectual como base del Estado.
Y concuerdo contigo en que el Estado está, ante todo, para defender los derechos de las personas, pero teniendo presente que esos derechos están en permanente conflicto (generado, entre otras cosas, por las múltiples asimetrías que hay en nuestras sociedades). Debiera el Estado, en ese escenario, defender con mayor énfasis los derechos de aquellos que tienen menos medios para defenderlos por si mismos, sin que ello signifique asistencialismo ni promover la igualdad, pero si generar condiciones de equidad y que todos tengamos acceso a las mismas oportunidades (otra cosa es lo que cada uno haga con esas oportunidades).
Historiador al fin... Casi que coincidimos en todo.
El origen del estado actual proviene de la creación de parlamentos para controlar el gasto y el poder de monarquías medievales. El rey era Dios o el enviado de Dios. En eso basaban su legitimidad. La mayor parte de lo anterior es tiranía.
Un par de apuntes.
· 50+1 no es igual a 100.
· El estado se financia de unos fondos que han sido creados. Ergo: el mercado es anterior al estado.
Les recomiendo el ensayo de Murray Rothbard Anatomía del Estado. Puede que no estén de acuerdo con la tésis central, pero seguro que alguna de la información les puede resultar, cuando menos, digna de análisis.
http://www.lewrockwell.com/rothbard/rothbard62.html
Acá tienen el ensayo de Rothbard en castellano http://liberal-venezolano.net/blog/2005/08/05/anatomia_del_estado
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