18 de octubre de 2011

Sobre parlamentarios con iPad y marasmos digitales


Imagen: rahego / Licencia CC

Y claro, nuestra clase política está tan desprestigiada, que cualquier cosa puede avivar las llamas de la siempre prendida indignación ciudadana. Hace unas horas, la causa fue la noticia sobre la adquisición de iPads para los diputados. En Twitter pronto saltaron las dudas sobre su real utilidad en manos de los honorables; los epítetos sobre el gasto de recursos públicos, que mejor serían ocupados pagando no sé cuántas carreras universitarias a estudiantes de escasos recursos; las bromas sobre los posibles usos que los parlamentarios harían de estos dispositivos. Todo un caudal de discusión pública (¿?), interesante como una expresión más de un fenómeno (el descrédito de la política, un invento de la dictadura que goza de excelente salud tras veintiún años de avances “en la medida de lo posible”) pero que, nuevamente, releva lo desaparecido que está de la agenda nacional el debate sobre la dimensión digital de nuestro desarrollo.

Chile está por estos días enfrentando las preguntas claves sobre el país que queremos. Hace ya tres décadas, las respuestas impuestas marcaron una línea de desarrollo que hoy está fuertemente cuestionada, porque las mejores tasas de crecimiento económico de toda nuestra historia no se han traducido en un país con mayores niveles de equidad e integración social. Todo lo contrario. Se habla de reforma tributaria, de fin al sistema binominal, de una nueva constitución, de cómo logramos que la ciudadanía tenga acceso permanente a espacios de participación y de deliberación vinculante para los procesos de toma de decisión en las grandes líneas del pacto social.

Pareciera, sin embargo, que esa discusión estuviera ocurriendo en un mundo analógico. Los diversos actores que copan las principales tribunas en el debate ignoran (quiero creer que por desconocimiento) el aporte profundo que los procesos sociales de apropiación de la tecnología pueden significar a la construcción de un país más abierto y diverso.

En este contexto, lo más fácil es disparar contra el gobierno y acusarlo de haber restado toda prioridad al desarrollo digital del país. Pero sería un ejercicio incompleto e injusto. Las posturas de otros actores (en realidad, la ausencia de ellas) son necesarias para completar la escena.

En el parlamento  no existe lo que podríamos etiquetar como “bancada digital”, que levante la prioridad política del tema. En la actual discusión presupuestaria, ningún representante ha puesto en la mesa la conveniencia o no de los recursos destinados al área. Por extensión, la clase política extra parlamentaria, con unas pocas excepciones, no hace suya esta bandera. Por su parte, en los medios de comunicación, la tecnología suele estar reducida a reseñas de dispositivos y notas superficiales sobre redes sociales y los contenidos que en ellas circulan. Abundan los infomerciales y escasean los análisis e investigaciones en profundidad. Las empresas del sector, entre iniciativas de responsabilidad social y reclamos por políticas públicas erráticas que no generan incentivos para el desarrollo del mercado, esconden su paupérrimo aporte a la inversión nacional en I+D. La academia, en su conjunto, ensimismada en un modelo de gestión que la obliga a buscar la autosustentabilidad, mantiene una peligrosa distancia de la discusión pública en este tema.  Y en la denominada sociedad civil organizada la incorporación de tecnología para el logro de sus objetivos suele estar imbuida de un entusiasmo voluntarista que le sería intolerable en otras dimensiones de su quehacer.

Es cierto. El párrafo anterior es lapidario, ve el vaso medio vacío y no hace justicia a aquellos que desde hace tiempo y desde sus espacios bregan por posicionar un concepto clave que hoy bien resumió Claudio Gutiérrez: “la tecnología es un asunto social, no (solamente) técnico. Que tecnología no son objetos, sino sobre todo procesos sociales, sujetos (muchos sujetos) creando”

¿Qué podemos hacer quienes nos desempeñamos en el ámbito para cambiar esta situación? Esa era la pregunta que buscaba provocar una conversación en la que participé la semana pasada.  Mi propuesta es sencilla, pero requiere de compromiso y de una clara voluntad por participar en la discusión pública (lo que implica tomar posiciones, algo "más complejo" que compartir mensajes de 140 caracteres):

  • Aunar miradas, evitando simplificaciones, sobre cómo y cuánto aporta o puede aportar el desarrollo digital de Chile en la construcción del país que queremos. La jerga técnica debe ser traducida a ejemplos concretos que permitan a cualquier persona comprender por qué este es un tema crucial en su calidad de vida y la de sus hijos, y por qué debe importarle participar en las definiciones.
  • Usar intensivamente y de manera intencional nuestras tribunas, abriéndolas a audiencias y sectores de la ciudadanía hoy ajenas a esta conversación. Hay que sacar esta discusión del reducido y poco visible nicho en que se mueve actualmente.
  • Exigir a nuestros representantes (o los candidatos que busquen nuestro voto) se pronuncien, dando a conocer su visión y propuestas digitales. Ejerzamos nuestra ciudadanía, fiscalicemos a nuestras autoridades y hagámoslo, de paso, a través de medios en línea hoy disponibles.

Vuelvo a la anécdota del día. Lo importante no es que los parlamentarios vayan a tener iPads a partir de ahora. De hecho, creo que es una decisión acertada. Lo fundamental es si, a través de ellos, su desempeño mejora y, entre otras cosas, logran identificar que al ritmo que vamos nos estamos quedando rezagados. Ojalá los reciban antes de que termine la discusión sobre el presupuesto 2012. En una de esas, la inexperiencia usando la pantalla touch los lleva por equivocación a las partidas correctas y convocan una conferencia de prensa para exigir mayor prioridad al área. A estas alturas, incluso un saludo a la bandera es un gesto inconmensurable para salir del marasmo que afecta a nuestro desarrollo digital.


Actualización 21 de octubre. El previsible final de la anécdota: la Cámara de Diputados decidió no adquirir los dispositivos. Un verdadero triunfo (?) de las redes sociales. Me pregunto que ocurrirá el día que la ciudadanía objete a los parlamentarios sus compras de lápices y papel.

8 comentarios:

uvejota dijo...

Interesante entrada y reflexión.

Hace algunos meses, un año quizá, en México ocurrió lo mismo y al igual que en Chile la propuesta estuvo llena de "sospechosismo" (como burlonamente se dice por acá). El problema, creo, en el caso de México, radica en que estos iPads, desde luego se pagan con los impuestos de los y las mexican@s, y ahí es donde comienza todo pues es bien sabido que nuestros legisladores ganan cantidades ofensivas frente un trabajador común, más cualquier cantidad de bonificaciones (gasolina, auto, chofer, aparatos de comunicación, bonos de comida, aguinaldos, ropa y un largo etcétera).

El problema en México es que la entrada de los políticos en las redes sociales y con la tecnología parece ser bastante desafortunada, basta recordar el caso de las elecciones intermedias pasadas donde muchos políticos intentaron hacer uso de estos medios para promover sus campañas electorales en un total desconocimiento.

Hablo del caso de México y te doy la razón con que hace falta que todos los niveles de un país le entren a las tecnologías, no sólo con el uso, sino con el entendimiento y su potencialidad; sin embargo, y vuelvo a hablar por el caso de México, creo que la interrogante no es que tengan o no iPads, sino quienes los están pagando y qué nivel de acceso tienen estos.

Claudio Ruiz dijo...

Algo cortito.

Estoy de acuerdo en casi todo menos al final, que me parece algo confuso.

Pareciera que el problema de los políticos para darle prioridad a temas digitales estuviera basado en su "inexperiencia" y, por tanto, usar un ipad fuera a ser parte de un proceso de "aprendizaje" que "los lleve" a tomar buenas decisiones en políticas públicas vinculadas a la tecnología. Y eso es al menos falaz.

Enzo Abbagliati Boïls dijo...

Verónica,

acá también ha estado presente en la discusión el tema del costo. Un iPad vale más que el sueldo mínimo en Chile. Además, en el contexto de las movilizaciones estudiantiles que ya llevan más de cinco meses, la señal es rara y tiende a ahondar el descrédito de la clase política (aunque no mucho más). Todos los países con sistemas políticos con altos niveles de cuestionamiento ciudadano, enfrentarán esta situación. Inexorablemente, ante demandas sociales urgentes, siempre se verá como accesorio el desarrollo digital si este se entiende solo como un tema de máquinas y programas. Y es ahí donde reside el problema de fondo. Dice el dicho que el hábito no hace al monje. Podríamos actualizar la afirmación: el iPad no hace al político conectado.

Claudio,

sin duda, deberé desarrollar mi sentido de la ironía. Releyendo mi último párrafo, no quedó claro lo que quise transmitir. Comparto totalmente tú crítica: el uso de tecnología no implica la comprensión de fenómeno y no tiene un correlato en la formulación de políticas públicas en la dirección correcta. ;-)

Hugo Martínez dijo...

Estimado Enzo. Si la noticia fuese que van a comprar "blocs de notas y lápices grafitos..." sería igual de polémico. El problema no son los iPads, el problema es la credibilidad que tienen nuestros poderes políticos y que generar que cualquier iniciativa sea sospechosa y cuestionable.
No hay que preocuparse porque compren un dispositivo digital, que podría modernizar y hacer más eficiente la gestión parlamentaria. Hay que preocuparse ocuparse a la brevedad, de que la ciudadanía no le tenga fe a nuestra clase política.

Enzo Abbagliati Boïls dijo...

Ese es uno de los puntos centrales, Hugo. Ser político hoy en Chile es un deporte extremo (convengamos, eso sí, que ellos mismos han contribuido a hacer de su desempeño un reality show versión ironman).

Alejandro Vera dijo...

Es un interesante análisis, y estoy de acuerdo con varios puntos que planteas, aunque creo que faltan algunos también, como por ejemplo:
- La necesidad de un debate público sobre el manejo de la información de las personas tanto en el ámbito público como privado, la privacidad, que es un factor muy delicado y clave en el desarrollo tecnológico. Aquí hay muchas posturas, muy diversas.
- También un debate *político* sobre el desarrollo de tecnología y el derecho a acceder a ella, que involucra temas como "creatividad de los comunes" ;) y mecanismos de incentivos de desarrollo que hagan un real aporte social (patentes, propiedad intelectual, propiedad industrial, derechos de autor), donde están en constante contraposición el derecho a la *justa* recompensa de creadores e inversores, contra el derecho de acceso de las personas. Y con acceso no me refiero sólo al uso, sino también a la real posibilidad de desarrollo ciudadano. Personalmente no creo en los "iluminados", sino en procesos sociales que generan condiciones para que las personas desarrollen soluciones (algunos los llaman productos) basados en su creatividad.

Parece que me estoy alargando, lo último, sobre los iPads. Creo que el tema ha sido tratado muy erráticamente porque no hay ninguna información sobre el proyecto que está detrás de ellos. Melero ha dicho que se están desarrollando aplicaciones para ser utilizadas por parlamentarios. ¿de qué se tratan esas aplicaciones? ¿son específicas para iPads? (Malo sería). Farías ha dicho que el costo de los iPads es mínimo con respecto al proyecto global ¿de cuántos recursos estamos hablando entonces? ¿se ha involucrado a las universidades, académicos o expertos a pensar las mejores formas de enfrentar el tema? ¿el proyecto quedará amarrado a alguna empresa que de soporte? ¿hay licencias involucradas? ¿se generará un lock-in? ¿cómo se enfrentará la seguridad de la información de los parlamentarios? ¿Por qué se eligen iPads y no una gama de posibilidades más amplia? son algunas de las preguntas que podríamos analizar y responder si la información de este proyecto fuese pública. Supongo que habrá que esperar la licitación, aunque mucho mejor sería que fuese pública desde ya, para plantear todos los posibles conflictos que podamos ver ciudadanos, académicos, computines o expertos en diversos ámbitos (derecho, telecomunicaciones, informática, educación, economía, etc.).

Saludos.

PD:Si te has sentido trolleado por mi en twitter, sepas que sólo trolleo a quien respeto ;), si no, no me doy el tiempo.

@ignace dijo...

Independiente del intento, fallido o no, de ironía, creo que es perfectamente coherente y no falaz sostener que el uso efectivo de tecnología que sirve permite obviamente ayudar a valorar que la tecnología sirve, especialmente para quien no tiene ese convencimiento previo, a diferencia de nosotros.

Por cierto, no podría ni bastaría con un iPad ni cualquier otro dispositivo para eso, pero sí me parece un factor a favor.

La experiencia con mi madre es un ejemplo claro para mi, demoró varios años en aprender a saca algún partido a Windows XP, y demoró pocas semanas en aprender a sacarle partido a un dispositivo con iOS.

Un poco de Jef Raskin aclarará el punto mucho más allá de lo que está alcance de este espacio y mi experticia. El punto es que no puede ser malo para el desarrollo de plataformas basadas en Internet que cada legislador conozca las bondades de un aparato conectado, fácil de usar y de utilidad que es básicamente el estándar de la industria, el paradigma que está cambiando la computación, haciendo que las TIC sea aún más fáciles de usar que antes.

Enzo Abbagliati Boïls dijo...

Alejandro,

los temas que mencionas son centrales en esa discusión que digo falta en Chile. Decisiones que parecen menores, marcan caminos totalmente distintos. En lo personal, relevo dos: no abandonar el objetivo del acceso universal y la necesidad de desarrollar programas de alfabetizaciones (digitales, informacionales, mediales).

Y no, no me he sentido trolleado, y gracias por lo del respeto.

@micronauta,

sin duda ayuda, pero no sé cuánto y en qué dimensión. El hábito no hace al monje y el iPad no hace al político conectado.