Una entrada que publica Alejandro Barros en su blog, me viene como anillo al dedo para compartir unas reflexiones en esta conversación. Hacía varios días que estaba dándole vueltas a la idea, algo que he conversado en el último tiempo con MAZ y Luís Ramírez, en cuyo blog incluso sostuve una interesante conversación con Patricio Acevedo (con Luis hace un tiempo “pensamos en voz alta” posibles adaptaciones del modelo UCPN a la realidad de las bibliotecas).
El Programa BiblioRedes cuenta desde el año 2002 con un conjunto de laboratorios móviles, constituidos por 11 computadores portátiles tradicionales cada uno, data show y equipamiento para generar una red inalámbrica en los lugares donde se instalan. Partimos con 4 y hoy son 17 a lo largo de todo Chile, equipamiento que ha sido usado principalmente para reforzar en forma temporal la capacidad operativa de las bibliotecas públicas (para facilitarles el cumplimiento de sus metas) o para apoyar determinados eventos (tales como operativos de servicios públicos que desean acercar el gobierno electrónico a la comunidad). Requieren, eso sí, de conexión a Internet en el lugar donde se instalan.
Es posible que, pese a lo silencioso de la labor, nuestra experiencia sea la más importante del sector público en lo que se refiere a itinerancia permanente de recursos tecnológicos destinados a combatir la brecha digital (en algunas épocas ha funcionado un container, entiendo que de un privado, cuyos servicios han sido contratados por algunos organismos públicos). Y es después de cinco años con las manos en la masa que puedo compartir una serie de conclusiones que pueden dar una respuesta a la pregunta que lanza Alejandro en su blog.
No se trata de optar entre acceso (conectividad a Internet) o infraestructura (computadores u otros dispositivos). En general, las experiencias de usuario menos enriquecedoras han sido aquellas en las cuales no ha habido conexión a Internet, por lo que en estos años siempre hemos privilegiado llevar el equipamiento a lugares que nos permitiesen tener salida a Internet. La gran promesa de las TICs no está en el acceso a un computador, sino en el acceso a la gran red de comunicación, colaboración y el infinito repositorio de información y conocimiento que es Internet.
Ocurre cada vez más en las bibliotecas públicas que llegan usuarios con sus portátiles solicitando servicios de acceso WI-FI a Internet, pero junto a ellos hay una inmensa mayoría de usuarios para los que ese tipo de dispositivos (u otros, como celulares con acceso Internet) están fuera de su alcance. Entonces, todo apunta a que, por el momento, la mejor respuesta es una solución híbrida, “iluminando” sectores urbanos de alta densidad poblacional y, a la par, generando soluciones integrales (conectividad + equipamiento) para zonas rurales y/o de escasos recursos, donde el mercado no logra actuar (o en realidad actúa a través de una escala de precios que ahonda la brecha). Se puede hablar de una suerte de larga cola del acceso a Internet, donde para cada usuario hay un tipo de solución ajustada, que ataca de mejor manera sus particulares barreras de acceso. El Estado aportará lo suyo, pero otros actores deben sumarse en una mirada estrátegica nacional.
Sobre este punto, es importante tener presente los resultados de las experiencias pioneras de iluminación de grandes zonas urbanas, algunas de las cuales están “apagándose”, tal como comenté a raíz del impulso de algunos municipios chilenos por sumarse al incipiente fenómeno de las comunas digitales. ¿Es rentable socialmente “iluminar” una ciudad o un barrio sin una propuesta de servicios de valor que operen sobre esa conectividad? ¿Cómo se promueve que las personas que viven en esas zonas hagan usos intensos de la tecnología, que la incorporen en su vida cotidiana de manera estratégica?
Recuerdo haber participado en una reunión del Comité de Ministros de Nuevas Tecnologías en el año 2002, en la época que Javier Etcheberry era Ministro de Obras Públicas y Telecomunicaciones. Cuando se abordó el tema de las bibliotecas, telecentros y otros puntos de acceso comunitario a tecnología, su reflexión fue indicar que no entendía porque había que invertir recursos en dotar de tecnología a estos espacios, ya que en un plazo de cinco años todo el mundo iba a tener acceso a computador e Internet en Chile. Según la encuesta WIP Chile, su estimación erró en una cifra cercana al 60%.
Por lo anterior, y dada nuestra experiencia, este tipo de iniciativas debe tener su eje, ante todo, en la equidad, o mejor dicho, en la velocidad de despliegue de esa equidad. El análisis de Van Dijk sobre la brecha digital instala el concepto de inequidades en la sociedad de la información, causadas por los diferentes ritmos con los cuales las personas acceden y se apropian de la tecnología.
Chile está lejos de tener asegurado el acceso a Internet como servicio básico para la población. En ese contexto, conceptos como el de la campaña UCPN son una alternativa a considerar, en especial si su oferta asocia equipamiento y conectividad. No dudo que el tipo de red que el modelo OLPC facilita construir entre sus usuarios pueda permitir el desarrollo de competencias sociales y digitales (incluso sin conexión a Internet), pero me queda la sensación que, al apagar los equipos al final del día, estos usuarios habrán accedido a una red de segunda categoría. Por ello, UCPN sin acceso a Internet reproduce –bajo la mirada de Van Dijk- las desigualdades del mundo real: los niños ABC1 habrán desarrollado esas mismas competencias pero interactuando en Facebook.
BiblioRedes habilitará durante el 2008, 60 bibliotecas como hot spots, siguiendo la experiencia(modificada) de la Biblioteca de Santiago. La pregunta es, entonces, cómo se puede adaptar el modelo UCPN para operar en esas bibliotecas.
El 2004 hicimos el ejercicio de diseñar una propuesta de servicio de préstamo de portátiles a domicilio. El gran problema fue que al ser equipos portátiles tradicionales (de alto costo), el riesgo de pérdida era elevado y con ello el escenario de múltiples sumarios administrativos paralizó la idea. Sin embargo, utilizando equipos de bajo costo (tipo OLPC o similares que ya existen en el mercado) es viable analizar este tipo de servicio (hoy en muchas bibliotecas se prestan a domicilio libros que tienen un valor cercano a lo que cuesta uno de esos modelos).
Por último, confieso tener un gran problema con uno de los ejes centrales de UCPN: su público objetivo. Es una expresión más del darwinismo tecnológico que se encuentra detrás de la reflexión en torno a los “nativos digitales” y el resto del mundo. La base cero del estudio de impacto de BiblioRedes demostró, el año 2003, que donde la brecha digital se aloja con mayor fuerza en Chile es en la dueña de casa de escasos recursos. Sus hijos están varios peldaños por encima en acceso, competencias y apropiación de la tecnología. Si hay un ámbito donde el Estado ha realizado grandes inversiones en tecnología es en el sistema educacional, inversiones que claramente deben seguir.
Pero… ¿qué ocurre con toda la población que está fuera del sistema escolar público? Por el momento, para muchos habitantes de Chile, bibliotecas y telecentros son la única opción.
2 comentarios:
Me gusto mucho tu reflexión, particularmente la parte final: el desafío que tenemos como sociedad de integrar a aquellos segmentos que están aún más desconectados que los niños. No es el tema de nuestra campaña UCPN puesto que lo que hacemos es precisamente lo opuesto: Señores, tenemos a 3.5 millones de estudiantes que ya han usado la tecnología y donde realmente podemos "invertir" de manera más "rentable" (odio decirlo así). El brindar más posibilidades para los estudiantes no sólo reduce la brecha digital sino que puede tener implicancias directas en nuestro desarrollo. Claramente el tema de las dueñas de casa, los adultos mayores, las pymes, los discapacitados, etc., es algo de lo que hay que preocuparse, pero al menos a nosotros en UCPN no nos da (por ahora) las energías...en una de esas alguien se anima?
saludos
luisramirez.cl
@luis ramirez, gracias por comentar.
El punto sobre qué es "más rentable" da para una discusión larga. ¿Cómo se mide esa rentabilidad? ¿Cuáles son los criterios para definir lo que es rentable y lo que no lo es en este ámbito? ¿No buscamos que el acceso a Internet de calidad sea un derecho básico? Si es así, ¿corresponde aplicarle el criterio de rentabilidad? Equidad y rentabilidad, ¿cómo se unen esos conceptos?
Se entiende, no obstante, lo de las energias, y sin duda se debe agradecer y reconocer que la campaña UCPN esté contribuyendo a reposicionar la masificación del acceso como un tema prioritario. En algún momento del 2006 pareció que alguién llegó a la conclusión de que el problema había desaparecido.
Saludos.
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