10 de julio de 2012

#LibrosSinIVA, ¿punto de partida para qué?


Mi buen amigo Marco Coloma, en su réplica a mi entrada anterior, avanzó un paso más allá en iluminar los fundamentos que impulsan la campaña Libros Sin IVA, entre cuyos autores intelectuales se encuentra. Tomo el guante de lo que afirma y trataré en estas líneas precisar las divergencias que tenemos sobre el real impacto de una iniciativa como ésta en hacer de Chile un país más lector. 

Parto reconociendo que, como él mismo dice, coincidimos en el diagnóstico: en nuestro país los índices de lectura deben ser otros si aspiramos a ser una sociedad con mejor desarrollo humano. Pero el punto de partida desde el cual él articula toda su propuesta, la eliminación del IVA (“que debiera ser la primera pieza de un plan más ambicioso, integral y definitivo de promoción del libro y la lectura”), sigue careciendo de fundamentación empírica, así como proyecta una comprensible pero ya vieja equivocación. No es libro el que está en la base del desarrollo humano, no es el derecho al acceso a los libros el que debemos resguardar. Es la lectura y el derecho al acceso a ella (o más aún, el derecho al libre acceso al conocimiento, como conversábamos con Patricio Segura) el que debe garantizarse. Como buen editor que es, Marco sabe que el libro es solo uno de tantos soportes de lectura y por tanto no es el bien en sí el que debe hacerse accesible, sino facilitar que todos tengamos acceso y podamos participar activamente en los procesos de desarrollo personal y colectivo que la lectura provoca.

Lo anterior nos adentra en el terreno de lo simbólico y la responsabilidad del Estado en asegurar una distribución más equitativa en este ámbito. Marco, al igual que varios de quienes criticaron mi entrada anterior, recurre discursivamente a emparentar la campaña Libros Sin IVA con la demanda ciudadana por una educación pública de calidad. Ambas serían parte de un mismo ideario y por lo tanto mi propuesta de que sea el Estado el que garantice el acceso a la lectura a través de una red de bibliotecas públicas gratuita para las personas y territorialmente densa, sería el símil en este ámbito de las propuestas que se oponen a la educación pública, gratuita y de calidad. 

La contradicción en el argumento salta a la vista, pero es más evidente al leer una de las afirmaciones con la cuales Marco cierra su columna, señalando sobre la eliminación del IVA de los libros: “¿Por qué no implementar una medida probada, que convoca amplios consensos, y que justamente favorece el acceso a los libros a través del mercado?” Es necesario hacer una disección de esta pregunta retórica:
  1. Que sea medida probada, está por demostrarse. Hasta el momento, desde la campaña, más allá de comunicarse un dato cierto (el IVA 0 o diferenciado que el libro tiene en otros países), no se han mostrado cifras concretas de cómo ese tratamiento tributario del libro ha modificado los índices de lectura en esos países. Quizá porque como el propio Marco ha señalado, esa información no existe. Coincido, eso sí, en la dificultad de aislar esta variable, ya que en el fomento de la lectura operan múltiples factores.
  2. Si la medida concita amplios consensos, ¿por qué no se ha implementado aún? En los últimos días hemos visto como la efectiva estrategia de la campaña en redes sociales ha ido reuniendo el apoyo de parlamentarios, pero como bien apunta Arturo Navarro en una entrada en su blog, parece que en el poder ejecutivo la cosa no será tan fácil. Una medida como ésta nunca concitó el interés de los gobierno de la Concertación y el actual presidente llegó a La Moneda haciendo público que no iba a eliminar el IVA a los libros. Aún así, y cómo ocurre en otros temas, podría argumentarse que el distanciamiento de nuestras autoridades con la ciudadanía también está afectando su capacidad para interpretar esta demanda social. Raya para la suma: ninguno de los últimos cinco gobiernos comprometió la eliminación del IVA al libro, algo que debiera haber enfrentado la oposición de esos “amplios consensos”.
  3. Pero es el cierre de la pregunta el que más llama mi atención, ya que si esta demanda es parte del mismo universo simbólico que el clamor nacional por la “educación pública, gratuita y de calidad”, no puedo entender se justifique que la administración del supuesto derecho que se está defendiendo se haga recaer en el mercado. Y sin embargo, es mi propuesta de una red de bibliotecas públicas, financiada con cargo a los presupuesto fiscal, la tildada de tecnócrata y neoliberal, epítetos que ha recibido en diversos espacios en las que se ha discutido.

A estas alturas, parece necesario abrir una pregunta no abordada en esta reedición del debate: ¿es el  IVA el responsable del alto precio de los libros en Chile? Arrojar luz sobre este tema es fundamental, toda vez que sin afirmarlo explícitamente, la campaña deja instalada la idea que eliminando el IVA los libros tendrán un precio que permitirá a quienes ya los adquieren adquirir más y a quienes no lo hacen empezar a hacerlo. Sin embargo, como bien analizó Matías Cociña en su estudio sobre las determinantes de la lectura en Chile, el IVA solo no explica el alto precio que tienen en el país los libros importados, ya que descontado éste seguimos pagando en términos absolutos y proporcionales los precios más altos en una comparación con un grupo seleccionado de países. En  este escenario, ¿qué incentivos tiene la industria del libro para traspasar el descuento del IVA al precio final, si ya estamos acostumbrados a pagar precios altos?

Además, en el caso de los libros editados en Chile, el año 2007 (año en que Cociña hizo su análisis), el precio promedio era levemente inferior a los $7.000 con IVA incluido, por lo que tampoco podría hablarse de la inexistencia de una oferta interesante y a precios asequibles. Esto confirmaría lo indicado en los estudios sobre las motivaciones para no leer: la falta de tiempo, motivación o hábito, no el precio. Ello no impide que quienes leemos nos quejemos del valor de los libros, así como quienes consumen pan se quejan de su valor, o quienes usan el transporte público reclaman por la constantes alzas en los pasajes, o quienes compran pescado y mariscos en semana santa protestan ante las cámaras de televisión por el desembolso que realizan. Son pocos los casos en que los consumidores, en forma masiva, decimos que los bienes y servicios que adquirimos están por debajo de lo que estamos dispuestos a pagar por ellos.

Cierro abordando la composición socioeconómica de quienes en Chile se definen como lectores. Nunca he dicho que sean solo personas de ingresos altos o medios-altos, sí que estos grupos proporcionalmente leen más que los grupos de ingresos inferiores. En esto también Marco y yo coincidimos, pero lo invito a hacer un simple cálculo: ¿cuánto debería invertir una persona que gane el 2013 el salario mínimo que está pronto aprobarse en el Congreso ($193.000) si quisiera adquirir los siete volúmenes de Harry Potter sin IVA? A un valor promedio actual de $11.000 por volumen, descontado el IVA quedaría en $8.920 cada volumen, por lo que la colección completa representaría el 32,5% de un sueldo mensual bruto. ¿Es posible pensar, entonces, que el mercado resuelve el problema de acceso a la lectura a los más de 900 mil chilenos que ganan el sueldo mínimo? Mucho me temo que no. Cabe preguntarse para qué es punto de partida Libros Sin IVA.

Actualización. Gracias al infalible Eduardo Díaz, reconozco el error de mi cálculo en el párrafo anterior. El valor del volumen de Harry Potter, descontado el IVA, sería $9.244.

7 de julio de 2012

¿Por qué no adhiero a la campaña #LibrosSinIVA?


Hace pocos días se lanzó la campaña ciudadana Libros sin IVA, que como su nombre indica apunta a que los libros tengan un tratamiento tributario diferenciado en Chile. En su grupo gestor tengo varios buenos amigos, por eso me alegro que en escaso tiempo haya superado (al momento de escribir estas líneas) las 29 mil firmas. Si tu compartes los principios del manifiesto que fundamenta esta iniciativa, sugiero te sumes a ella.

Antes, eso sí, te invito a que conozcas las razones por las que no adhiero a esta campaña, porque aunque logre su objetivo (eliminar el IVA al libro), no creo tenga impacto significativo en hacer de Chile un país más lector.

1. Como decía Lenin, los hechos son obstinados, y en este caso, pese a lo que el lugar común afirma, el precio de los libros no está entre las principales razones que los chilenos esgrimimos para justificar por qué no leemos. No entraré en los detalles, ya que los abordé no hace mucho, pero los principales estudios de 2009, 2010 y 2011 sobre nuestro comportamiento lector ubican la falta de tiempo, de interés, de costumbre o preferir otras alternativas de entretención como razones más importantes para no leer. Sí, los mismos estudios que la campaña Libros sin IVA usa para fundamentar sus afirmaciones.

2. Como parte central de la campaña, se señala que Chile es uno de los países del mundo con el IVA más alto al libro. Además, se indica que en el contexto latinoamericano casi todos los países tienen un IVA diferenciado (menor al que pagan otros bienes y servicios) o no gravan con este impuesto el libro. De manera implícita, se establece la relación entre nuestros índices de lectura y el valor de los libros. Sin embargo, nuevamente la obstinada realidad dice otra cosa. Pese a nuestra “desventajosa” situación en este tema en la región, según un reciente estudio de Cerlalc, Chile es el segundo país con mayores niveles de lectura en América Latina (solo superado por Argentina). Es decir, al compararnos, el mayor IVA que pagamos nosotros por los libros no ha impedido que estemos en la vanguardia continental en tasas de lectura.

3. En la jerga de los economistas, eliminar o rebajar el IVA a los libros es una medida regresiva. Uno de los objetivos principales de los sistemas tributarios es redistribuir la riqueza al interior de una sociedad. ¿Quién se vería beneficiado con una medida de este tipo en Chile? Aquel segmento de la sociedad que compra libros, que como demuestran los diversos estudios está compuesto mayoritariamente por personas de ingresos medios-altos y altos. En esta dimensión, la campaña encierra lo que podría denominarse una trampa ética, ya que si bien el lema parece apuntar a hacer más equitativo el acceso a la cultura, en la práctica consolida el acceso desigual al libro. 

4. No puedo dejar de preguntarme si un libro más barato producto de un menor IVA, será incentivo suficiente para que en La Pintana, Tirúa, Vallenar, Putre o Isla de Pascua, por poner solo algunas comunas, proliferen las librerías. A priori, creo que no, por lo que para muchos chilenos y chilenas, ese libro más barato seguirá estando en una ciudad o comuna distante. En la práctica, dudo tenga un efecto relevante en la desagregación geográfica de la oferta, por lo que el mercado del libro seguirá territorialmente tan concentrado como hoy está. Claro, se podrá argumentar que esta medida no basta y que debe ser acompañada por otras acciones que apunten a fortalecer la cadena de distribución de la industria del libro en Chile. No faltará entonces quienes promuevan algún régimen tributario especial para las librerías en regiones.

5. Por último, cuando cerca de 900 mil personas ganan el salario mínimo o menos en Chile (que en la práctica significa trabajar para seguir siendo pobre) y la canasta básica de alimentos (una de las herramientas para medir la pobreza en el país) requiere una urgente actualización para descubrir una pobreza latente que se esconde en las estadísticas oficiales, si vamos a hablar de eliminar el IVA a algo, más importante parece hacerlo a los bienes y servicios de primera necesidad. La campaña ha sido exitosa en capturar el valor simbólico que encierra su lema, sabiendo apelar a ese ethos indignado que en el último tiempo las desigualdades en Chile han masificado, pero para un grupo significativo de nuestra población, el más necesitado en este ámbito, los que están en los primeros quintiles de ingreso, su beneficio será casi nulo.

Quizás al terminar estas líneas pensarás que es la típica crítica destructiva a una iniciativa noble y necesaria. Y además, sin proponer nada a cambio. Pero no te engañes. Si de fomentar un acceso equitativo a la lectura se trata, hay un Plan B. Sí, con B de Biblioteca.