21 de febrero de 2009

A propósito de Siútico

Al regresar a Chile luego de algún viaje al extranjero, la sensación de haber aterrizado definitivamente en el país suelo tenerla el primer domingo, al abrir el cuerpo A de El Mercurio. En ese momento, que ocurre casi siempre después de almuerzo, me enfrento, tras revisar las noticias internacionales, a esa extraña pero muy poderosa sección que es la Vida Social. A través de las páginas compradas por empresas para mostrar algunos de sus eventos corporativos; actos de fundaciones, corporaciones u otras instituciones dedicadas a la RSE o la beneficencia, aparecen por aquí y por allá fotografías que también muestran el quién es quién de la clase alta chilena. Y no me refiero al ABC1, sino a esa fracción de nuestra autodenominada aristocracia, de apellidos bien definidos, más de alguna vez reseñados en libros que estudian nuestra genealogía (la "fundadora" y la bajada de un barco siglos más tarde).

En ese momento es cuando pienso: "¡Estoy en Chile!".

Es un ejercicio visual del poder, en el que los que mandan muestran sus formas de sociabilidad a los que son mandados. Un ejercicio al que, por haber vivido mis primeros veinte años en España, sigo sin acostumbrarme. No es que allí no ocurra, pero su escenario no es el principal medio de prensa escrita en su día de mayor circulación. Más bién, suele estar reservado a las páginas de papel couche de las llamadas revistas del corazón (y a algunas de ellas, que las hay unas más faranduleras que otras).

Quizá por ese no acostumbrarme, aún me llama la atención después de casi veinte años viviendo en Chile. Y fue ese el gancho por el cual decidí leer este verano Siútico, el ensayo publicado el año pasado por Oscar Contardo. En forma expresa dejé su lectura para el verano, pensando que me encontraría con una reflexión entretenida, incluso chistosa, del "arribismo, abajismo y vida social en Chile", como apunta el subtítulo. Algo liviano para leer tumbado al sol o para mecer mis tranquilas tardes de verano antes de la siesta.

Pero me equivoqué. Y de manera rotunda. Siútico es una muy ágil radiografía de las clases sociales chilenas, o más bien, de las relaciones sociales entre los distintos grupos que componen nuestro país. No es, ni pretende ser, una profunda investigación histórica ni sociológica, pese a que tiene un muy interesante manejo de fuentes primarias y secundarias. No. El libro de Contardo se sitúa en ese terreno, menos riguroso pero no por ello menos profundo, del ensayo, en el que la pluma debe ser necesariamente el primer aliado para lograr que los argumentos de fondo se tornen convincentes. Y por cierto que lo logra.

Siútico es, ante todo, un mapa de uno de los territorios más intangibles del poder, un territorio dominado por lo que podría llamarse el "saber ser, saber estar y saber parecer". Un mapa, el de Contardo, en el que siempre queda claro que ha sido un segmento de nuestro país el que define ese ser, estar y parecer. Y que junto con esa definición, construye y fortalece sus mitos fundantes (plagados de mentiras, en un país donde todos tenemos como punto de partida en nuestro árbol genealógico un inmigrante pobre, excepción hecha de casos aislados y de nuestros pueblos indígenas, cuyos descendientes no son inmigrantes pero son aún más pobres).

Pero, ¿qué tiene de relevante este ensayo? A fin de cuentas, hay suficiente bibliografía de calidad (y puntos de vista diversos) que retrata con mayor nivel de detalle y precisión como las estructuras de poder social en Chile se han ido construyendo y reproduciendo desde la llegada de la pobre soldadesca que acompañó al plebeyo Pedro de Valdivia en la conquista de Chile, hasta nuestros días, en los que la crisis económica en la que estamos entrando logrará, entre otras cosas, que quienes más tienen, más tengan.

La respuesta es una: es un ensayo oportuno. Junto a las virtudes propias del libro, Siútico se ve favorecido por aparecer en un momento de quiebres. Ningún libro, incluso aquel que se diga atemporal, se puede comprender de manera integral sin tener presente el contexto en el que se escribe o se publica. Por eso, más allá de la lógica del bicentenario, que instala una hasta cierto punto artificial discusión sobre nuestro devenir como país y nos motiva a prometernos un futuro mejor como si de cumpleaños de adolescente se tratara, me llaman la atención ciertos quiebres en nuestro presente que pueden tener consecuencias no previsibles sobre nuestro "orden" social (y que espero poder abordar en una próxima cadaunada).

¿Resistirán las estructuras de poder que retrata Siútico estas transformaciones? ¿Las usarán para reinventarse y adaptarse como el Gatopardo?