Será porque estoy más alerta, será porque son cada vez más. Da lo mismo. Ocurre que de un tiempo a esta parte son más evidentes las manifestaciones del neoludismo en Chile. Las escucho en la radio, las leo en la prensa, las veo en televisión. A veces son directas en sus planteamientos, en muchas ocasiones son sutiles comentarios fuera del contexto del artículo, la conversación o la nota en la cual se mencionan. Pero que son cada vez más, ese es un dato de la causa, aunque es muy probable que quienes así se manifiestan no se sientan herederos y -posiblemente- tampoco conozcan a Theodore Kaczynski.
Y fue la columna de Rafael Gumucio en uno de los últimos números de The Clinic, la que me hizo ver cómo esta reacción ante la penetración de Internet (y la tecnología en general) en casi todos los ámbitos de nuestra vida diaria, está despertando los temores más profundos en algunos grupos de nuestra sociedad, los que no dudan en torcer argumentos para pontificar sobre las pestes y desgracias que Internet traerá a nuestro mundo.
En una columna titulada "Como Internet puede acabar con la democracia" (la que pueden descargar aquí, ya que el sitio de The Clinic, en una extraña estrategia web, aún no tiene disponibles los contenidos de las últimas ediciones), Gumucio desarrolla un argumento central: en Internet, donde cada uno puede publicar lo que quiera, sin estar "sometido a un editor", uno de los principios fundamentales de la democracia (nadie es poseedor de la verdad completa y por lo tanto se deben alcanzar acuerdos, construir consensos) entra en crisis. "En la red no se negocia nada", y por lo tanto cada uno plantea su verdad, sin necesidad de negociar con nadie lo que dice y publica. La verdad se relativiza y ello puede llevar al surgimiento de sectarismos y fanatismos. Concluye Gumucio:
No quiero caer en el polo opuesto y hacer gala de un exacerbado tecno-optimismo, pero hasta ahora la red ha demostrado que construye más diálogos que los que cierra. Y este blog y esta entrada son un buen ejemplo. En el mundo de los medios tradicionales, para poder rebatir a Gumucio yo debiera enviar una carta a The Clinic y esperar que el editor decidiera publicarla. Sin embargo, eso no sería un diálogo, apenas una respuesta de un lector a la reflexión de un columnista. Pero gracias a Internet, estoy publicando mi respuesta para que la lea quien quiera y con la posibilidad de que el propio Gumucio responda. Las posibilidades de diálogo son, sin lugar a dudas, mayores.
Resulta curiosa también su visión sobre la democracia: un régimen donde las personas negocian sus verdades parciales, donde la autoridad (de un presidente, de un editor) representa finalmente el consenso sobre la verdad más completa. A lo menos, naïve Gumucio al desconocer que los presidentes, los editores, son valedores también de verdades parciales y que responden a determinados grupos de interés. Y que en muchos casos, esos intereses que representan imponen visiones, generan exclusiones, silencian voces. Por el momento, Internet tiene espacio para todas las voces y todas las conversaciones, incluso aquellas que van contra el derecho a la libre expresión. Las posibilidades de inclusión son, sin lugar a dudas, mayores.
Por último, la red es reflejo de la humanidad. Hitler no requirió Internet para existir, y si surge un nuevo Hitler no será responsabilidad de Internet, sino de la naturaleza humana y de como, ante ciertos escenarios, las sociedades pueden construir respuestas basadas en la intolerancia. No tengo duda que cuando un nuevo Hitler esté surgiendo, aprovechará las capacidades de la red para intentar llegar al poder. Pero también estoy seguro que -a diferencia de lo que ocurrió con la sociedad alemana anterior a 1933- ahora existirán mayores posibilidades de resistir ese embate e Internet será el medio para evitar, a través de un mayor y más transparente acceso a la información y la multiplicación de las fuentes de información, construir la "verdad" que durante años las democracias occidentales "pactaron" con la Alemania nazi respecto a lo que estaba ocurriendo con judios, gitanos, homosexuales, opositores políticos y un largo listado de grupos. Las posibilidades de tolerancia son, sin lugar a dudas, mayores.
Y fue la columna de Rafael Gumucio en uno de los últimos números de The Clinic, la que me hizo ver cómo esta reacción ante la penetración de Internet (y la tecnología en general) en casi todos los ámbitos de nuestra vida diaria, está despertando los temores más profundos en algunos grupos de nuestra sociedad, los que no dudan en torcer argumentos para pontificar sobre las pestes y desgracias que Internet traerá a nuestro mundo.
En una columna titulada "Como Internet puede acabar con la democracia" (la que pueden descargar aquí, ya que el sitio de The Clinic, en una extraña estrategia web, aún no tiene disponibles los contenidos de las últimas ediciones), Gumucio desarrolla un argumento central: en Internet, donde cada uno puede publicar lo que quiera, sin estar "sometido a un editor", uno de los principios fundamentales de la democracia (nadie es poseedor de la verdad completa y por lo tanto se deben alcanzar acuerdos, construir consensos) entra en crisis. "En la red no se negocia nada", y por lo tanto cada uno plantea su verdad, sin necesidad de negociar con nadie lo que dice y publica. La verdad se relativiza y ello puede llevar al surgimiento de sectarismos y fanatismos. Concluye Gumucio:
¿Cuánto falta para que la red muestre su araña? ¿Un Hitler nuevo, nutrido como el antiguo de falsa ciencia, de datos torcidos, y del hastío profundo de las elecciones?Desconozco que autores y experiencias alimentan esta mirada, pero sus lugares comunes son significativos. Y tres son las críticas principales que le hago.
No quiero caer en el polo opuesto y hacer gala de un exacerbado tecno-optimismo, pero hasta ahora la red ha demostrado que construye más diálogos que los que cierra. Y este blog y esta entrada son un buen ejemplo. En el mundo de los medios tradicionales, para poder rebatir a Gumucio yo debiera enviar una carta a The Clinic y esperar que el editor decidiera publicarla. Sin embargo, eso no sería un diálogo, apenas una respuesta de un lector a la reflexión de un columnista. Pero gracias a Internet, estoy publicando mi respuesta para que la lea quien quiera y con la posibilidad de que el propio Gumucio responda. Las posibilidades de diálogo son, sin lugar a dudas, mayores.
Resulta curiosa también su visión sobre la democracia: un régimen donde las personas negocian sus verdades parciales, donde la autoridad (de un presidente, de un editor) representa finalmente el consenso sobre la verdad más completa. A lo menos, naïve Gumucio al desconocer que los presidentes, los editores, son valedores también de verdades parciales y que responden a determinados grupos de interés. Y que en muchos casos, esos intereses que representan imponen visiones, generan exclusiones, silencian voces. Por el momento, Internet tiene espacio para todas las voces y todas las conversaciones, incluso aquellas que van contra el derecho a la libre expresión. Las posibilidades de inclusión son, sin lugar a dudas, mayores.
Por último, la red es reflejo de la humanidad. Hitler no requirió Internet para existir, y si surge un nuevo Hitler no será responsabilidad de Internet, sino de la naturaleza humana y de como, ante ciertos escenarios, las sociedades pueden construir respuestas basadas en la intolerancia. No tengo duda que cuando un nuevo Hitler esté surgiendo, aprovechará las capacidades de la red para intentar llegar al poder. Pero también estoy seguro que -a diferencia de lo que ocurrió con la sociedad alemana anterior a 1933- ahora existirán mayores posibilidades de resistir ese embate e Internet será el medio para evitar, a través de un mayor y más transparente acceso a la información y la multiplicación de las fuentes de información, construir la "verdad" que durante años las democracias occidentales "pactaron" con la Alemania nazi respecto a lo que estaba ocurriendo con judios, gitanos, homosexuales, opositores políticos y un largo listado de grupos. Las posibilidades de tolerancia son, sin lugar a dudas, mayores.
3 comentarios:
Hola, Enzo
Tal vez no es estar tan alerta sino que ahora hay más oídos o tienen más tribuna los "neoluditas", palabra que por cierto antineoluditamente no se encuentra en el diccionario de la RAE, pero sí en wikipedia. Lo peor es que operan discursivamente en culquier amito, incluyendo por cierto el educativo "y lo tontos que nos vuelve Google".
Tal vez soy de las optimistas tecnológicas, aun cuando entiendo que hay garantías que cuidar.
alguna vez leí por ahí la referencia a un estudio de Yunus donde explicaba que lo que caracteriza a las sociedades con mayores niveles de pobreza es precisamente el estado de la libertad de expresión.
la posibilidad que entrega la red para el desarrollo de derechos fundamentales, y en particular la posibilidad de expresarse y disentir no puede sino fomentar el diálogo y enroquecer la democracia.
más allá de los problemas derivados de la personalización de la información -que según algunos podría llevarnos también a la intolerancia- lo que sí es claro es que la tecnología de alguna forma democratiza, y de alguna forma entrega acceso a bienes culturales a los que antes no podíamos acceder. y eso, sin lugar a dudas es una buena noticia tanto para la cultura como para la democracia. por qué no.
@gabriela, tengo la sensación de que ese aumento de la presencia de ese discurso neoludita, tiene que ver con cierta conciencia de lo irreversible del cambio. Una suerte de pataleo porque nuestras sociedades están dejando de ser lo que los/as "pataleantes" querían que fueran.
@claudio, completamente de acuerdo. Pero creo que -aunque díficil por lo novedoso del fenómeno- es necesario ir precisando en que forma democratizan las tecnologías. El mismo concepto de democracia puede estar variando en el camino.
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